Elon Musk es el millonario de moda. No sólo se convirtió en la persona más rica del mundo, sino que Tesla, su gran empresa, es ahora un ícono del desarrollo sostenible. Como sucede cuando un rico se vuelve celebridad, los medios le dan tinta y tinta para contarnos cuáles son sus secretos y filosofías. Musk, por supuesto, se ha llevado varias portadas. Los artículos publicados desde el 2019 en distintos medios han insistido en lo que pareciera ser su eslogan: “No es necesario un título profesional para trabajar en Tesla”.
La frase, por supuesto, llama la atención por su osadía. En un mundo en el que el discurso público enfatiza la importancia de la formación universitaria, suena extraño que la persona más rica diga que un título profesional no es un requisito esencial para trabajar en su empresa. Para Musk, lo importante son las habilidades demostrables y como ejemplo menciona a Bill Gates, Steve Jobs y Larry Ellison, quienes abandonaron la universidad para volverse exitosos millonarios. Como era de esperarse, su eslogan ha empezado a resonar entre los emprendedores colombianos. Con un tono antiintelectual y retorciendo el mensaje de Musk, ya he oído a algunos quejarse del poco provecho que les ven a los títulos profesionales.
La guerra contra los profesionales no es nueva. De hecho, Donald Trump, un líder que logró capitalizar los sentimientos reprimidos de la derecha radical y los supremacistas blancos, se refirió a algunos profesionales como “científicos traidores, marginados en el proceso de políticas, tontos y bebés”. Su ataque a las universidades se adelantó sin discreción ni vergüenza. Y aunque en Colombia la pelea contra los profesionales no tiene los tintes de “traición a la patria”, sí recoge algo de la debilidad sugerida con el reproche de “bebés” a aquellos que pasan por el sistema universitario. El supuesto de base es que a punta de “berraquera” y “disposición” se conquistan los mercados. Todo lo demás es un lujo burgués, frágil, casi que afeminado.
Pero la “berraquera” no construyó los carros eléctricos de Musk, sino los centenares de técnicos, creativos, desarrolladores e ingenieros. Además, fueron todos los profesionales en las ramas del Estado norteamericano quienes lograron estabilizar las embestidas del “berraco” Trump. Y profesionales son lo que nos falta todavía en el Estado colombiano. Uno no es un buen profesional con berraquera, sino con disciplina, conocimiento y seriedad. Es importante ser diestro en lo que se hace. La capacidad no se improvisa, se aprende, idealmente por fuera del cargo.
La educación es y debería ser más que el entrenamiento para un oficio. Aunque también es eso: el entrenamiento para un oficio. En esto fallamos mucho. La calidad de nuestros profesionales tiene que mejorar. Pero para ello hay que creer en la importancia de la formación. Uno de nuestros males es la corrupción. El otro tiene que ver con la idea de que la incompetencia se le perdona “al bien intencionado” o “al sonriente” o “al querido” o “al motivado”. Pero “el motivado” no creó las vacunas del COVID-19, ni será quien las negocie exitosamente, ni será capaz de crear la logística para repartirlas. Para eso se necesita quien de hecho sepa de su oficio.