Los secuestrados ante la JEP

Jorge Iván Cuervo R.
26 de octubre de 2018 - 05:00 a. m.

El secuestro fue una práctica cruel y sistemática que degradó moralmente a la guerrilla de las Farc, y las alejó de cualquier posibilidad de aceptación en la sociedad, lo que a la postre terminó sellando su suerte como grupo armado.

Los testimonios de los políticos secuestrados por esa guerrilla ante la Jurisdicción Especial de Paz (JEP), deja ver la magnitud de esa crueldad, y a los jefes de las Farc que ordenaron o toleraron esa terrible práctica, como personas sin ninguna humanidad, capaces de subordinar el respeto por la la dignidad humana a sus fines políticos.

Quienes hemos valorado y defendido el acuerdo de paz hemos celebrado la entrega de armas y la desmovilización de miles de guerrilleros y su tránsito hacia la democracia como partido político, pero tenemos pendiente una demanda de justicia, la cual no habría sido posible con el conflicto armado en desarrollo y con la justicia ordinaria, que solo producía sentencias simbólicas sin lograr la comparecencia de los autores para contar la verdad y reparar a las víctimas. Eso ahora es posible con la JEP, como en su momento lo fue con Justicia y Paz en el caso de loa paramilitares, hay que decirlo, con el déficit de reparación a las víctimas ya documentado.

Me llamó la atención y conmovió especialmente el testimonio de Ingrid Betancourt, a quien le redujeron su dignidad humana a su mínima expresión siendo objeto de tratos crueles, inhumanos y degradantes, conductas prohibidas por el derecho internacional humanitario que constituyen crímenes de guerra de competencia de la Corte Penal Internacional, instancia a donde podrían llegar los responsables de estos atroces hechos si la justicia que se imparta ante la JEP es insuficiente.

Su condición de mujer – al igual que Clara Rojas y Consuelo González de Perdomo- fue un agravante durante su cautiverio: “Los comandantes premiaban con ascenso a los guerrilleros que tenían comportamientos soeces, vulgares, irrespetuosos con las secuestradas. Eso no sucedía con los hombres secuestrados. Había una política en contra de la mujer secuestrada”, señaló Ingrid, lo cual deja ver el profundo machismo que caracterizaba a esa organización ilegal, señalamiento que las Farc han negado como parte de la propaganda negra del establecimiento. Testimonios como el de Ingrid son valiosos para conocer de primera mano el horror que se vivía en cautiverio, y el trato que recibían las propias mujeres de esa guerrilla, incluyendo niñas y adolescentes.

Pero también me conmovió lo de Ingrid por toda la novela que se armó alrededor de su secuestro: que ella se lo buscó, que no debió en demandar al Estado y, lo que más molesta, especialmente al uribismo, que no le bastó con dar las gracias al gobierno de turno por cumplir con su deber de liberarla con vida, y no volverse una incondicional del expresidente, apoyar el proceso de paz y hasta respaldar a Petro en las pasadas elecciones.

La infamia de sus malquerientes alrededor de su secuestro es tan reprochable como lo fue su cautiverio, y ella ha demostrado nobleza y entereza para, a pesar de su tragedia – como la de muchos colombianos que vivieron el horror del secuestro, y recuerdo especialmente en este momento a mi amigo de la universidad Enrique Márquez sobre quien las Farc no han dicho nada y sembraron de tristeza y dolor a su familia - darle una oportunidad a la paz.

Es importante que se conozca esta verdad, que el tránsito hacia la vida política de los jefes de las Farc implique el reconocimiento de estas atrocidades, el consabido perdón a las víctimas, la reparación y el castigo que los magistrados de la JEP consideren en un enfoque de justicia restaurativa.

Ingrid sabe que años de cárcel de los responsables de su secuestro no le devuelven el tiempo y perdido ni tampoco la dignidad arrebatada en cautiverio, pero darle una oportunidad a la paz, al perdón y a la reconciliación, sí. Ese es su ejemplo y el valor de su testimonio. 

@cuervoji

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