Los sueños del turismo

Piedad Bonnett
20 de enero de 2019 - 09:30 a. m.

A veces pensamos con el deseo. Y eso no está mal, siempre y cuando nuestro optimismo no deforme la realidad. Sucedió este año, cuando el viceministro de Turismo se apresuró a informar que en 2018 entraron al país unos cuatro millones de personas, noticia que acogieron los medios con gran euforia, llegando a hablar —así lo consignó un entusiasta editorial— de que “dicha cifra representa un aumento de más del 12 por ciento frente a la del año precedente, por encima del promedio mundial, que está en cinco por ciento”. Procolombia tuvo que salir a informar que la cifra real fue de unos 2,7 millones de personas, una vez se descontaron los migrantes venezolanos, que no son propiamente turistas. 

El turismo es una posibilidad que se abre, sobre todo después de la recuperación de parte del territorio gracias a los acuerdos con las Farc. Sin embargo, crear las condiciones óptimas lleva tiempo y trabajo y exige planes sistemáticos y continuados de las autoridades. Porque estamos abrumados de problemas al respecto. Hace unos meses Eduardo Behrentz, ingeniero experto en movilidad, habló del atraso vial en el país, y señaló que en lo referente a calidad de carreteras ocupamos el lugar 126 entre 144 naciones y “apenas superamos a Nicaragua en el índice de desempeño logístico del Banco Mundial”. En esa misma columna habló con horror de lo que sucede en el alto de La Línea: ausencia del Estado, pobreza, errores de diseño y mal comportamiento de los ciudadanos. La Línea, dijo Behrentz en ese entonces, “debe ser motivo de vergüenza nacional”. ¡Y este año fue igual o peor que siempre! Hubo un trancón de seis horas, carros recalentados e imprudencia vial. También denunció hace poco la prensa el catastrófico estado de las rutas de acceso al parque Tayrona, ni más ni menos, uno de nuestros tesoros naturales, visitado por turistas todo el año. 

Pero en esta temporada salieron a la luz otras denuncias de los medios y los columnistas. Vargas Lleras, que ha sido un abanderado de la causa turística, señaló, entre otras cosas, la carencia de buenos aeropuertos en sitios claves como San Andrés, Buenaventura, Ipiales, Santa Marta. Juan David Zuloaga habló de las infinitas colas que padecieron los viajeros que venían del extranjero al llegar a El Dorado. Ignacio Zuleta, del horror que fue pasar el puesto fronterizo de Rumichaca, por el desgreño organizativo de Migración. Juan Carlos Botero volvió sobre el tema inagotable del descuido, el mugrero y la falta de control de precios —y de higiene— por parte de las autoridades en Cartagena. Y para acabar de ajustar, la inseguridad es enemiga del turista: se dieron varios atracos con muertos en la Guajira, ahora un destino codiciado. Según los habitantes de Uribia, “los robos y atracos a turistas en esta zona son comunes” y todos, hasta la Policía, saben de qué clan se trata. No termina uno de asombrarse. 

Este es sólo el comienzo de la lista. Otros problemas merecen un espacio de análisis que no tengo: la sobrecarga de turistas en Parques Naturales, la tala de mangles para construir hoteles, la concesión de permisos de construcción en zonas prohibidas y un largo etcétera. Resulta pueril inflar cifras cuando el Ministerio y las entidades encargadas tendrían que empeñarse mucho más en prevenir, capacitar y castigar.

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