Los unos y los otros

Lorenzo Madrigal
16 de abril de 2018 - 02:00 a. m.

Ya los conocemos; se han mostrado en foros, en entrevistas y han sido contabilizados en encuestas, tantas veces equivocadas y pocas veces tan parecidas.

Duque es Duque, así de sencillo. Ya tenemos una imagen suya irrefutable. Se afirma, aun por sus adversarios, que ha sido un buen candidato, para mí algo locuaz, de frases envolventes, que parecen concluir y vuelven a empezar; no tanto como su vicepresidenta, que desespera a los presentadores con el tiempo medido. Muchos ven en Duque a Uribe, y le aplican el vigor con el que rechazan al expresidente, a quien permitieron gobernar con elogios durante ocho años (“el irreemplazable”). Otros, que hoy no hacemos gavilla en su contra, pero lo combatimos cuando se hallaba en el poder, todavía no vemos en Duque las condiciones de títere.

Pocos llegan al poder solos. El propio Santos de ahora fue también “el que dijo Uribe” y de qué manera. Traicionó luego las banderas de su elección; fue otra cosa distinta de lo que pensaban quienes votaron por él. Abandonar el programa ya está tipificado en la ley.

Pasemos a otro, por ejemplo, a Fajardo. Su énfasis, la educación, pero el panorama político es bastante más amplio que el salón de clase, sin duda necesario en la formación juvenil. Su especialidad matemática y profesoral le ha creado una gran limitación: un delicioso aislamiento entre monacal y académico. No hay modo de concretarlo. Habla de generalidades y las enumera, lo que desespera igualmente a los moderadores, quienes miran los dedos de sus manos y le preguntan cuántas definiciones le faltan. Él sonríe, vende una sonrisa todavía juvenil entre profusas arrugas. Su cabello ensortijado parece aislarlo del mundanal ruido de la política.

Petro, Gustavo Petro, es visto por algunos como un futuro dictador de izquierda, pero no da el registro. Le faltarían complexión y gesto. Le sobra arrogancia, que parece ser una defensa de la timidez. Es reconocido como buen expositor y fue muy buen parlamentario de denuncia. Mal gobernante, dicen, pero poco se conoce su obra en el sur de la ciudad que gobernó. Se exhibió, más que todo, como un desafiante social y es temido.

Yo no dejo de ver a Germán Vargas Lleras como el futuro presidente, sin que tome partido por él. Es hombre de la vieja política, aún de la antigua. Acaban de mostrarme en el Rosario un gran retrato al óleo de don Lorenzo María Lleras, donado por una colección particular, joven político que fue en tiempos de Santander, rector y académico. Pienso en la dinastía. ¿Eso es bueno o eso es malo? Popularmente es pésimo y sus coscorrrones (los de Vargas) se los han magnificado para cobrárselas juntas, los que, en sí, son un gesto intrascendente, brusco, como de su estilo, y hasta de camaradería.

Dije ya algo sobre los unos y sobre los otros, pero me faltan. ¿Por quién votará Viviane? ¿Por quién De la Calle?

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