Los viejos: termómetro de una sociedad anhelada

Gonzalo Hernández
13 de febrero de 2018 - 02:00 a. m.

Supe la semana pasada, por un amigo biólogo, que un grupo interdisciplinario de investigadores está trabajando en un índice para medir la capacidad de las sociedades de adaptarse al envejecimiento de su población (http://www.pnas.org/content/115/3/435).

El estudio solo incluye por ahora algunos países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Además de que tienen mejores datos, allí los adultos mayores son ya -en tamaño- un grupo bastante importante de la sociedad. Se ha deformado así la típica pirámide poblacional de muchos jóvenes en la base y pocos viejos en la cúspide.

En especial en los países de más altos ingresos, la tendencia hacia el envejecimiento de la población se ha acentuado por aspectos positivos del desarrollo económico, que se evidencian en claras mejoras en las expectativas de vida y en reducciones de las tasas de fertilidad.

Estos cambios, por supuesto, llegan también con unos retos importantísimos para la sociedad. Para el año 2050, de los 9.772 millones de personas que Naciones Unidas proyecta para la población mundial, los mayores de 80 años llegarán probablemente a sumar 434 millones -el número de habitantes de toda Norteamérica.

Y en este sentido, el nuevo índice tiene en cuenta cinco características que pueden orientar el uso de los instrumentos de la política pública para enfrentar esos retos: productividad, en términos de la conexión de los más viejos con la fuerza laboral; bienestar, en relación con sus condiciones de salud; cohesión, que mide los vínculos de los adultos mayores con otras generaciones; seguridad física y apoyo para su periodo de retiro; y equidad, que cuantifica el grado de desigualdad de su seguridad económica.

Más importante que el escalafón, en el que se destacan por sus buenos resultados: Noruega, Suecia, Estados Unidos, Holanda, Japón, Irlanda y Dinamarca, los investigadores señalan que, aunque el envejecimiento es inevitable, la forma de manejarlo será una señal del éxito o del fracaso de la sociedad. Por ejemplo, sociedades con mejor educación aprovecharán mejor a sus personas longevas. Ya que sus habitantes tendrán vidas más largas, los retornos a la inversión que se haga en su educación -desde la infancia- serán cada vez más altos.

En general, el tema hace pensar que además de los retos presupuestales y las necesidades de nuevos bienes públicos para una población cambiante, el tema primordial se encuentra en la construcción de una sociedad incluyente y respetuosa de la diversidad. En el caso particular de nuestros viejos, tendremos que construir una sociedad que valore las diferencias de sus habilidades y de sus experiencias determinadas por la edad. También necesitaremos mejores instituciones para atender de manera prioritaria a la población relativamente más débil.

Al igual que el bienestar de otros grupos sociales que son vulnerables, el bienestar de nuestros viejos es entonces un termómetro del progreso de nuestra sociedad.

Profesor asociado de Economía y director de Investigación de la Pontificia Universidad Javeriana (http://www.javeriana.edu.co/blogs/gonzalohernandez/)

 

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