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Lucha política por un oleoducto

Luis E. Giusti L.
28 de abril de 2013 - 11:00 p. m.

El sistema de oleoductos Keystone tiene el propósito de transportar productos del petróleo desde Canadá y el norte de EE.UU., principalmente hacia la costa texana del Golfo de México.

Esos productos son especialmente: crudo sintético (syncrude) y bitumen diluido (ditbit), provenientes de la Cuenca Sedimentaria Occidental de Canadá en la provincia de Alberta, y crudo sintético y crudo liviano, “tal cual”, provenientes de la Cuenca Williston, en una región de Montana y Dakota del Norte.
Las dos primeras etapas del proyecto (I y II) cubren 3.461 kilómetros y están en operación desde 2010. El punto de origen del sistema es Hardisty, en Alberta; el primer tramo llega hasta Steele City, en Nebraska, y de allí se extiende hacia el este hasta Patoka en Illinois. La porción en Estados Unidos incluye 1.744 kilómetros y pasa por Dakota del Norte, Dakota del Sur, Nebraska, Kansas, Missouri e Illinois. El actual sistema tiene una capacidad de 590.000 barriles por día.

El nuevo proyecto contempla las etapas III y IV. La primera de ellas consiste en un tramo hacia el sur desde Steele City, para unirse con el sistema de tuberías de Cushing, Oklahoma, lugar de recolección del crudo WTI (West Texas Intermediate). Esta etapa sureña del proyecto permitirá transportar 830.000 bpd hasta refinerías ubicadas en la costa del Golfo y en un futuro podría permitir la exportación de crudo desde terminales en dicha costa.

La etapa IV, la más controversial, es una nueva tubería de 1.890 kilómetros desde Hardisty en línea recta hasta Steele City, destinada a aumentar la capacidad en ese tramo con miras a acceder con mayor volumen a la porción sur.

Esta tubería ha sido objetada intensamente por agricultores y políticos de Nebraska, por donde ella habrá de pasar, alegando riesgos de contaminación de acuíferos someros resultante de posibles derrames de un crudo pesado, ácido y corrosivo que proviene de arenas bituminosas en Canadá.

Las banderas de esa protesta han sido esgrimidas por el escritor y conocido activista ambiental Bill McKibben, quien ha organizado varias marchas de reclamo frente a la Casa Blanca, en Washington. También se esgrime el argumento de que a través de esa tubería vendrá a EE.UU. el crudo “más sucio del mundo y el que más contamina la atmósfera”.

En enero de 2012 el presidente Obama, respondiendo a las protestas y tal vez mirando hacia su inminente campaña por la reelección, pospuso la decisión de continuar con el proyecto. Es importante señalar que la última palabra al respecto le corresponde a él y no al Congreso, porque el oleoducto cruza una frontera internacional. Ahora Obama deberá decidir sobre una posible ruta alterna para el proyecto.

Desde que el presidente pospuso la decisión, las discusiones y el cabildeo se han intensificado. Quienes lo apoyan sostienen que el proyecto generará miles de empleos estadounidenses, además de fortalecer la seguridad energética al reducir la dependencia de Oriente Medio.

Probablemente un objetivo de mayor significación sería el de salvaguardar la industria de las arenas bituminosas de Canadá, donde se han invertido cientos de billones de dólares de Estados Unidos.

En un reciente editorial de la revista Oil&Gas Journal se apuntaba: “La aprobación del proyecto abrirá el rico potencial de energía fósil en el vecino país y propiciará su desarrollo. Su rechazo pondría fin a ese potencial, al servicio de una utopía energética que la mayoría de los americanos rechazarán cuando conozcan sus costos”. Es bueno apuntar que sin otra ruta de salida hacia los mercados, la cancelación de Keystone XL daría al traste con el desarrollo en gran escala de los crudos extrapesados de Canadá.

Al igual que el tópico del gran aumento de la renovada producción de petróleo y gas natural en EE.UU., las decisiones en torno al oleoducto Keystone XL revisten gran importancia para los exportadores petroleros latinoamericanos, principalmente México, Colombia y Venezuela, tomando en cuenta las repercusiones que su terminación podría tener sobre las líneas internacionales de suministro y, en definitiva, el mercado de petróleo y sus derivados.

lgiusti@csis.org

 

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