Lucho, el hombre anti-calle

José Salgar
19 de diciembre de 2007 - 04:31 p. m.

El alcalde Garzón ha tenido tres obsesiones: dejar a Bogotá sin hambre, crear un personal sentido del humor como gobernante humilde y dar giros alrededor de la palabra calle.

Lo del hambre y el humor queda pendiente para quienes juzguen su obra en conjunto. Lo inadmisible hoy es su idea de crear un partido de la calle con miras a una posible campaña presidencial, cuando su más visible fracaso han sido las principales calles de Bogotá. La 7ª y sus plazoletas llenas de historia como la del Rosario, Las Nieves o el Parque de Santander, las destinó a toldos pueblerinos antihigiénicos, para complacer de urgencia, a desplazados y vendedores ambulantes. Hasta la Plaza de Bolívar fue degradada con mercados tirados en el suelo o con heladas viviendas como la del profesor Moncayo. Una vía moderna, como la 15 al norte, tuvo destinos similares.

Es generalizada la opinión de que nunca fueron las calles bogotanas tan atestadas e intransitables como hoy. Nada se hizo en firme para la chatarrización de los buses viejos o para frenar la ola amarilla de taxis. La autopista a Chía pasó de ser una vía rápida a un desesperante paseo de tortugas. En cambio fue exagerada la publicidad a la campaña de Armando Calle para tapar huecos a la ligera, frente a las casas de quienes protestaban con mayor vehemencia. Tampoco ha sido claro el despliegue al lema de "Bogotá sin indiferencia", y no se explican los altísimos costos para una frase inocua sobre la realidad de la vida urbana.

El Alcalde ha buscado un final publicitario feliz, al apelar a admiradores suyos, como el ex presidente español Felipe González. Eso no logra detener la indignación causada por el impuesto de valorización que ha debido cobrarse en su oportunidad y no como nudo para que desate su sucesor.

La esperanza está en que el alcalde Moreno Rojas tenga una manera más seria de gobernar y de controlar los abundantes recursos de que se dispone para beneficios generales de una gran ciudad en crecimiento, y no sólo para momentáneas explosiones de autobombo.

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COLETILLA.- El paso, por la calle del medio, del polismo al populismo

josalgar@elespectador.com

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