Sombrero de mago

Majaderías oficiales y otras desgracias

Reinaldo Spitaletta
12 de noviembre de 2019 - 06:00 a. m.

Puede tratarse de un autista. No creo. O quizá de un muñeco de ventrílocuo que solo habla cuando, con palabras que vienen del vientre, el manipulador le hace mover los labios con un rictus doloroso que da pesar a la audiencia. No es un payaso, en todo caso, porque más que hacer reír, produce grima. Es uno que ha extinguido la risa —o ha asesinado el sueño, como sucede en Macbeth— y tal vez a los que quieren reírse del poder les puede mandar un escuadrón del Esmad. ¿Quién es ese que funge como presidente?

Si no fuera por tantos dolores, por tantas carencias que desde las élites han decretado para un pueblo cada vez más aporreado, se pudiera decir que al saltimbanqui de turno lo pusieron ahí para hacer monerías, como muñeco de farándula, como una suerte de saltarín de cuerda, a fin de suavizar todas las medidas antipopulares, como las que durante su año largo de desbarradas (y embarradas) ha tomado. Por estos días, de asesinatos de indígenas, del retorno al país de los “falsos positivos”, de la preparación de reformas pensionales y laborales en contra de los intereses de los trabajadores, al pelele le dio por responder con una pregunta a un periodista que le cuestionaba acerca de la muerte de menores de edad en un bombardeo en el Caquetá: “¿De qué me hablas, viejo?”.

Las actitudes de este mediocre comediante que, como se ha dicho, ha matado también la risa, corresponden a las maniobras que han hecho las comparsas de su gabinete. Las que, apreciadas desde otros miradores, son parte del decorado macabro. Tiene a su lado, por ejemplo, los que han vivido años de la corrupción y los desfalcos del erario; de los que han convertido al Estado en un negocio particular; de los forjadores de mentiras; de los negadores de la memoria de las víctimas y del conflicto armado que aún desangra al país…

Se trata de una especie de elenco que burla burlando —o haciéndose los güevones, como dice el lustrabotas del parque— va tejiendo la mortaja de los más pobres. Y empobreciéndolos más. O qué otra situación es la que padece la mayoría de gente, así haya, como decía un comentarista, gomelitos en ciertos puestos para esconder estadísticas o suavizarlas. Dilo, a ver, viejo.

Y dinos (aunque suena mejor el “decinos” paisa) por qué se ocultó durante meses la muerte de unos niños en un bombardeo a un reducto de disidencias de las Farc, cuyo tapamiento ya hizo renunciar al comerciante que estaba como ministro de Defensa y que tuvo tantas salidas en falso. A veces es bueno recordar. Cuando el asesinato del exguerrillero de las Farc, Dimar Torres, cometido por militares, el mindefensa dijo que había sido un accidente y que los uniformados se estaban protegiendo de una agresión. Se supo que fue un crimen preparado.

El renunciado mindefensa también camufló el asesinato del comunero de Corinto, Cauca, Flower Trompeta, al que presentó el gobierno como un disidente caído en combate. Lo mataron por la espalda. Y digo que las barrabasadas del ido señor Botero pudieran desatar la risa, sino hubiera tantas tragedias en torno a sus comportamientos. Sobre los asesinatos de líderes sociales, dijo: “La inmensa mayoría de muertes de líderes sociales se debe a peleas de vecinos, faldas y por rentas ilícitas” y sobre el retorno del paramilitarismo (que en realidad nunca se ha ido) señaló que de lo que se trataba era “de gente mala matando gente buena”. Y así, otra larga cadena de despropósitos, de los mismos que han perpetrado otros funcionarios de alto nivel, como los adláteres de un gobierno tragicómico.

Ni hablar de las salidas en falso del presidente (o subpresidente, como lo llama el pueblo), con el caso Venezuela, en donde ha servido como un títere de los Estados Unidos y, más bien, con sus actitudes ha rodado por la falda del ridículo. Lo mismo que su canciller, un hazmerreír internacional. Del “cerco diplomático” se ha pasado a un circo. Con una vicepresidenta que linda con la bobada y que confunde al “cabeceador” de balones con el “presidente Uribe”.

Con su “economía naranja” y otra serie de majaderías que han incentivado en medio de las desventuras de la población una ingeniosidad popular en memes, chistes, retruécanos, el reyecito de burlas que descubrió que las notas musicales y los enanos de Blancanieves eran siete, sigue ahí, preguntando “¿de qué me hablas, viejo?”. El mismo que fue regañado por Trump, el mismo que a los Borbones les llevó “saludos del presidente Uribe” es el mismo que se dio cuenta, en un derroche de inteligencia, que “los niños pobres están menos nutridos que los niños ricos”. ¿De qué nos hablás, home viejo?

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