Malos presagios

Santiago Gamboa
21 de julio de 2018 - 03:00 a. m.

Falta poco para que el nuevo gobierno se siente en el sillón presidencial y ostente el poder absoluto, pero ya las señales son inquietantes. A diferencia de la campaña presidencial, en la que Duque intentó disimular su absoluta sumisión a Uribe, ahora ya no le importa. Lo de las saludes al rey de España fue un episodio no sólo ridículo en sí, sino demostrativo de su puerilidad. Poco antes, el New York Times había publicado artículos en los que se acusaba a Uribe de nexos con el narcotráfico y de haber usado sus fincas como cuarteles paramilitares. ¿Creerá Duque que los asesores españoles de palacio no le advirtieron al rey Felipe de esto? Por eso verlo diciendo esas frasecitas tontas hacia su jefe máximo me hizo pensar que tal vez Duque se quedó patinando en la época de las precandidaturas, cuando el juego consistía en ser el más sumiso y el más lambón con el “presidente eterno”.

De los nombramientos anunciados, la cosa pinta bastante complicada. Lo de alguien como Carrasquilla a la cabeza del empalme, y luego de ministro de Hacienda, demuestra el talante ya no digamos neoliberal, sino de clara extrema derecha que tendrá el Gobierno, que con un tipo así tomando decisiones sólo gobernará para los patrones, los terratenientes y los ricos, a expensas de la clase media y de esos pobres cuyo salario mínimo es “escandalosamente alto”. Claro, porque Carrasquilla creerá, como algunas familias bogotanas de los años 80, que con darle comida y cuarto a la empleada (a la que llamaban “sirvienta”) ya es mucho. Esa mentalidad ochentera, me temo, será el patrón del nuevo uribismo. Y en cuanto al nuevo ministro de Defensa, Guillermo Botero, es casi peor. Tan ochentero que quiere regresar al país al Estatuto de Seguridad de Turbay Ayala. Para el nuevo ministro de Defensa y empresario, la defensa del país consiste en estar protegido de la oposición, como creyeron Galtieri y Videla. ¡Bravo, ministro!

En cuanto a Exteriores, Holmes no me parece mal, pero los dos nombramientos que suenan no pueden ser más vergonzosos. Alejandro Ordóñez, funcionario destituido por corrupción y que en un país normal estaría relegado a la politiquería de pueblo, como mucho, ¡embajador en la OEA! Un organismo multilateral. No daba crédito a mis ojos al leer esta noticia. ¿Qué podrá hacer este pobre rezandero, experto en marrullas, en un lugar así? Pronostico que en menos de un año Colombia estará de pelea con la mitad de los Estados americanos. ¿Y Viviane Morales en París? Incomprensible que haya pedido la embajada en Francia, que es exactamente lo contrario de lo que ella representa, es decir, un país laico y republicano que defiende las libertades religiosas y sexuales, todo lo que Morales atacó en su quehacer político. La que es como ella en Francia es Marine Le Pen, ultracatólica y de derecha, y por eso perdió las elecciones contra Macron. ¿Sabrán esto Duque y su encargado de cuentas de cobro electorales? Que quieran vivir unos añitos a todo taco en París y Washington se puede comprender, pero qué vergüenza. ¿Qué pensarán Francia y la OEA de estos personajes? ¿Creerá Duque que no van a entrar a Google a ver quiénes son? Sólo falta que, a su regreso triunfal, Andrés Felipe Arias vuelva al Ministerio de Agricultura.

 

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