Malpensando los centros de pensamiento

Daniel Pacheco
15 de octubre de 2019 - 05:00 a. m.

En Colombia, el país de los “doctores”, se investiga muy poco. Por eso los centros de pensamiento son importantes y necesarios. Los periodistas, políticos e investigadores aprovechan sus investigaciones para entender mejor a Colombia y sus problemas. Los centros de pensamiento tienen los recursos y la capacidad de profundizar en temas diversos, difíciles y específicos.

El problema es que en la categoría de “centro de pensamiento” cabe de todo. Hay desde oficinas paralelas de los partidos políticos, que se mueven al vaivén de sus intereses ideológicos y electorales, hasta centros afiliados, abierta o soterradamente, a gremios, empresas, y grupos sociales. En medio de este ecosistema complicado y diverso, hay unos pocos que se esfuerzan por ser transparentes e independientes. Éstos últimos son los más útiles y los más escasos.

Un par de noticias han puesto los reflectores sobre los centros de pensamiento por estos días. Por un lado Anif, una organización que empezó como gremio de los bancos, y hoy funciona como think tank económico, lanzó la muy controvertida propuesta de crear un salario mínimo más bajo para los jóvenes, pensando en atacar el problema del desempleo juvenil. Por otro lado, la Fundación Paz y Reconciliación (Pares), un centro de pensamiento de temas de seguridad y democracia, lanzó un informe/denuncia sobre la Escuela Galán. Afirma que la manera, supuestamente irregular, en la que esta entidad público-privada se ganó una millonaria licitación con la Alcaldía de Bogotá “denota el interés de Peñalosa” en favorecer la candidatura de Carlos Fernando Galán.

Ambos casos muestran que en Colombia, como ya ha sucedido en otros países del mundo, hay que dirigir una mirada un poco más escrutadora a lo que sale de los centros de pensamiento. Hay que malpensarlos y no solo replicar sus investigaciones. A ellos, a sus formas de financiación, a sus prácticas internas y a sus intereses.

El caso de Anif habla de la problemática relación de los centros de pensamiento económicos en Colombia con las grandes empresas y el gobierno de turno. Y no es exclusiva de Anif. Hay una aceitada puerta giratoria de funcionarios y financiación que por momentos hace difícil distinguir si las propuestas son el producto de la investigación de los centros o de los intereses económicos de los gremios o los políticos del gobierno. Esta cercanía debería ser cuestionada a la hora de preguntarse por qué Colombia ha sido tan complaciente con su éxito económico relativo solo a la mediocridad latinoamericana. Para tanto centro faltan más ideas.

El caso de Pares habla de los riesgos que corren los centros de pensamiento que buscan dar herramientas de análisis sobre la democracia, por sus cercanías con algunos de los actores de la democracia. Y esto no sería grave si no hubiera en este tipo de centro una pretensión de independencia, como sí la tiene Pares. En el caso concreto, por su cercanía a Claudia López, la candidata que se beneficia de la investigación de Pares sobre Galán, y quien en el pasado trabajó con ese centro de pensamiento. Y esto para un centro de pensamiento que tiene como principio “la independencia en los análisis” es problemático, sobre todo, porque lanza un manto de duda sobre otras investigaciones que han sido útiles e importantes.

¿Pero qué hacer? Como muchas cosas en Colombia, creo que avanzaríamos bastante rompiendo silencios basados en susceptibilidades, haciendo crítica con ánimo constructivo, y pidiendo abiertamente más transparencia y rigor. Sobre todo, intentando explicar que malpensar no es malquerer.

@danielpacheco

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