Mamar gallo

¿Desde cuándo se comenzó a hablar de mamar gallo? La pregunta surge a propósito de lo que aquí se escribió hace unas semanas. Me he puesto a investigar y he llegado a la conclusión de que esa expresión se la inventaron los taxistas de Barranquilla, para quienes no hay prestigio que dure ocho días, y García Márquez la popularizó.

En el diccionario de Vocabulario costeño de Adolfo Sumheim, aparecido en 1922, reimpreso con prólogo de Ariel Castillo Mier en 1994, no aparece la expresión. Tampoco en el Lexicón de colombianismos de Mario Alario di Filipo (1983). En cambio, sí en el Diccionario de Colombianismos del Caro y Cuervo (1993-2018). Consuelo Araujonoguera en el Lexicón del Valle de Upar (1994) también la define y dice que aun cuando no existe un acuerdo sobre el real origen de esta expresión y sus derivados, hay quienes consideran que la misma, por contraprestación, se origina en el hecho de que al no ser el gallo mamífero, mal puede mamar. Esto da como resultado —agrega— que mamar (el) gallo es poco menos que un imposible, por lo que se emplea esa expresión para definir la actitud o la posición de quienes dificultan, entorpecen o dilatan las cosas hasta volverlas imposibles de llevar a cabo. Por analogía, esta actitud se considera una burla o tomadura de pelo.

Por los años 50, García Márquez ya había vivido en Barranquilla y debió oírsela a los taxistas de Barranquilla, que son unos mamadores de gallo, y con seguridad se inventaron la expresión. En el primero de sus relatos que la utiliza es en Los funerales de la Mamá Grande, cuya primera edición apareció en la Universidad Veracruzana, en 1962. Allí se refiere a los mamadores de gallo de la Cueva, referido a su grupo de amigos que se reunían en ese sitio y que en los últimos años ha revivido el colega Heriberto Fiorillo, para subsanar al ave.

No hay duda; la palabreja viene de taxistas y no es pasajera.