Manifiesto por Colombia

Humberto de la Calle
23 de febrero de 2020 - 05:00 a. m.

No pude asistir a las sesiones promovidas por Jorge Humberto Botero para producir el llamado Manifiesto por Colombia. Es un documento serio, centrado, a cuya redacción concurrieron personajes de amplia variedad ideológica. Aun con pequeñas observaciones, lamento no haber podido firmar, aunque comprendo perfectamente los reparos de Santiago Montenegro, que interpreto más como una muestra de faltantes —sociedad civil— que de rechazo.

En mi caso, no obstante, me parece que la vinculación de este ejercicio a la llamada Conversación Nacional auspiciada por el Gobierno establece limitaciones que terminan cerrando puertas. Debió ser un ejercicio simplemente ciudadano.

Pero hay que aplaudir el esfuerzo y mirarlo en forma positiva.

La pregunta es: ¿qué sigue? ¿Cómo se come eso?

Hay una respuesta obvia: para eso está la democracia. Pero la cosa no es tan sencilla. En primer lugar, la necesidad de hacer formulaciones generales significa que a poco andar nos toparemos con diferencias que el documento no toca dada su naturaleza. Ejemplo: muy bien la lucha contra el cambio climático, pero ¿fracking o no fracking?, he ahí la cuestión. Muy bien la defensa de la vida, pero ¿aborto libre o no? Estupenda la protección de la vejez, pero ¿régimen de prima media o ahorro individual?

Al acudir a la democracia como mecanismo para resolver esto, también encontramos escollos. La democracia entendida como democracia representativa sirve para tomar algunas decisiones. Pero la democracia, en visión más contemporánea, como mecanismo para proteger derechos de las minorías, produce resultados diferentes.

Todo esto me permite recomendar un procedimiento al revés, dejando como guía general el Manifiesto. Como punto de llegada para el Estado sin perjuicio de las metas de la sociedad. Lo que sugiero es hacer ingeniería inversa, empezando por lo que nos separa. Un ejercicio que podríamos llamar “mostrar las cartas”.

Después de hecho ese inventario, vendría un ejercicio inicial de búsqueda de acuerdos. Los poderosos deberían mirar el papel de la solidaridad en el régimen pensional, el exceso de lucro en el sistema de salud, la pertinencia del gasto social, el acceso campesino a la tierra, las ventajas del capitalismo consciente, un sistema educativo que nos cohesione y no nos divida, el reconocimiento de las varias responsabilidades en el conflicto interno, en fin.

Y del lado de los inconformes, entender las realidades fiscales, los subsidios excesivos y mal aplicados son patológicos, la cobertura en salud ha aumentado y no debe ponerse ese hecho en riesgo, la economía abierta sirve al desarrollo, el orden es necesario en la sociedad.

Es una dinámica riesgosa pero más realista. La sola proclamación de ideas generales sirve para aclarar metas, pero puede terminar convertida en saludo a la bandera.

Es la búsqueda de un nuevo contrato social genuino y realista. Todos los extremismos son dañinos. Lo cual incluye mirar de qué manera nos anticipamos a ese riesgo.

Coda. Ángela María Robledo no llegó al Congreso por los mecanismos habituales. Su presencia es un reconocimiento a la oposición. Es una figura nueva que no debería someterse al examen habitual. Su presencia es refrescante.

 

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