Yo soy como el picaflor

Maqroll el Gaviero habla turco

Ricardo Bada
15 de diciembre de 2017 - 02:33 a. m.

Álvaro Mutis fue el descubridor, si no inventor, o al revés, vaya usted a saber, de un curioso personaje dizque llamado Maqroll el Gaviero, que se coló de rondón en nuestras vidas.

Un personaje al que veneramos y acompañamos constante y fielmente en todas sus aventuras, o tal vez sería mejor decir en todas sus desventuras, que no son pocas.

Las que sí son pocas son las cosas que sabemos a ciencia cierta acerca de su persona: y una de esas pocas cosas que sí sabemos con certeza de Maqroll es que habla el bello idioma de Nazim Hikmet, el lírico turco comunista que escribió un poema titulado Angina de pecho y que comienza así: “Doctor, estoy enfermo: / la mitad de mi corazón se quedó en Pekín”.

Sí, Maqroll el Gaviero habla turco, y algunas de las novelas de su saga fueron traducidas a ese idioma. Pero Mutis esperó largos años, nada menos que más de seis años, para poderse hacer con un ejemplar de sus novelas en turco, para sentir cómo respiraban esos textos en la lengua de Nazim Hikmet. Y es que nunca le enviaron ejemplares de esas traducciones.

Vine a saberlo un día de junio de 1999, en París, en la Ville Lumière (supongo que llamada así en honor de los hermanos que inventaron el cine). Allí fue cuando el autor de Ilona llega con la lluvia nos contó de su mala suerte con las ediciones turcas de sus libros. No le dije nada y al regresar a Colonia de inmediato me puse en contacto, desde la emisora donde yo trabajaba, con nuestro hombre en Estambul, el periodista español Jesús García. Le dije que al precio que fuera consiguiese un libro, aunque sólo fuera un solo libro de Álvaro Mutis en turco, y se lo enviase ipso fuckto.

Y así, menos de dos meses después recibí una copia de la carta que Mutis, en Ciudad de México, le escribió a Jesús García, en Estambul, y donde le decía lo siguiente: “Acabo de recibir el ejemplar de La nieve del Almirante. Me ha hecho usted feliz en una forma difícil de explicar en palabras. Mi sueño sería mostrarle esta edición al Gaviero para enterarlo de que sus hazañas andan en la lengua de Suleimán el Magnífico, que él presume de hablar sin acento. Como lo conozco, sospecho que sí lo habla, pero un tanto aporreado. Si se lo encuentra en algún café junto al Bósforo, invítelo en mi nombre a un arrak de buena cepa y un tanto fresco. Pero no le vaya a aceptar nebulosas propuestas de negocios y de mirobolantes empresas. Pague usted el arrak y en paz”.

Eso le dijo Mutis a nuestro Deus ex machina en Estambul. ¿Hará falta decir que al llegar esa tarde a casa abrí mi ejemplar de La nieve del Almirante y lo empecé a releer con un vaso a la mano de lo más parecido al arrak que pude hallar en mi bodega?

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