María Isabel

Humberto de la Calle
06 de octubre de 2019 - 05:00 a. m.

Algo raro está ocurriendo. Van ya dos columnas de María Isabel Rueda con las que estoy de acuerdo en términos generales. La primera columna es la relacionada con el despido de Bolton. El que embarcó a nuestro gobierno con la salida de Maduro en “las próximas horas”. Él y sus 5.000 soldados. Todo esto se desinfló y si no fuera porque Colombia terminó en el consenso del Grupo de Lima en torno a una salida menos dramática, estaríamos de nuevo totalmente aislados de la región. El presidente Duque tiene razón en que la permanencia de Maduro implica un riesgo para la seguridad de Colombia. Pero todo indica que el grito de batalla de Pacho Santos hoy es apenas un mugido del dinosaurio.

A propósito: creo que Venezuela protege ilegales y creo que eso viola las normas internacionales. Pero no deja de ser muy desafortunada la seguidilla de metidas de pata. Una opereta con visos de tragedia. Guaidó abrazado con paras. Las fotos sobre el Eln falsamente adjudicadas a territorio venezolano. No nos crean tan tontos. Esas fotos fueron puestas allí por encargados de nuestra inteligencia. Puede que no pongan en duda el abrigo que brinda Maduro. Pero ¿cuántas informaciones de “inteligencia” sólo son equivocadas? No hay que caerle a Duque, sino a los responsables del embuchado. Y, por fin, la vicepresidenta de Venezuela ubica bases de paramilitares en las profundidades del mar. Una verdadera comedia si no fuera una tragedia.

La otra columna se refiere a Cuba y al Eln. Y el riesgo de una ruptura de relaciones, cosa que era un simple rumor, pero que ahora parece explícita en la voz del presidente: “Cuba tiene que elegir entre su relación con Colombia o con criminales”. Es un falso dilema. Nadie aplaude al Eln. Su estrategia militar es criminal y equivocada. Pero precisamente, dada su ferocidad y persistencia, el papel de Cuba es útil para que Colombia supere esos rezagos de violencia. Esto no es nuevo. La ayuda de Cuba viene de décadas atrás. Y en varios gobiernos. El propio Fidel condenó el uso de la violencia en la política en su libro La paz en Colombia.

Lo que sí tengo que replicar en forma vehemente es esta aseveración de Rueda: “Nuestro Gobierno, con toda razón, denuncia la falta de sindéresis de Cuba en su papel de país garante de los acuerdos con las Farc, que se firmaron bajo el auspicio del régimen de Raúl Castro y en su propio territorio”. No es cierto. Cuba, así como Noruega, hicieron despliegue de buena diplomacia, profesionalismo exquisito y neutralidad entre las partes. Esa afirmación es equivocada y en extremo desobligante con un gobierno que se la jugó en beneficio de la paz.

Pero no es solo eso: lo que propone el Gobierno es el regreso a una diplomacia en función de ideologías en vez de una diplomacia abierta en función de los intereses nacionales. Esa visión de la política exterior huele a viejo. Tan viejo como el TIAR, que fue invocado para repetir las mismas medidas que se venían tomando sin acudir a la paleontología. Esa mención del TIAR es como el borracho que muestra la cartuchera mientras sigue discutiendo el valor de la cuenta.

Respice polum era el lema de Marco Fidel Suárez. Mirar al polo, refiriéndose a los Estados Unidos. No se trata de romper con ellos. Su alianza es poderosa y es beneficiosa en general. Pero este impúdico salto al pasado es riesgoso y equivocado. Para ser positivo: ¿no es el momento de dialogar sobre una política exterior incluyente?

 

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