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Más allá de la pandemia: los hábitos

Rafael Orduz
07 de julio de 2020 - 05:00 a. m.

No solo es la cuarentena la que habrá golpeado duramente a las empresas que viven de la ciudad abierta, con las brutales consecuencias en los ingresos y el empleo.

Debemos prepararnos para cambios profundos en los hábitos de los consumidores una vez salgamos de la pandemia que, con certeza, afectarán los modelos de negocios de muchas empresas.

El cierre de Harry’s Bar, Club Colombia, Balzac, de cinco de los hermanos Rausch, para hablar tan solo de Bogotá, es el símbolo de la profunda crisis de los restaurantes en esta etapa del contagio, tan solo la punta del iceberg.

Las matemáticas no dan: sin ingresos procedentes de la operación, es decir, de la venta de sus servicios, con costos fijos de personal, arriendo, distintos grados de deuda, el colapso, para muchos, es asunto de tiempo. Algunos podrán morder, en busca de recursos de caja, de sus activos fijos, desvalorizados en el marasmo de la pandemia. La alternativa de los domicilios, mientras el servicio presencial ha estado clausurado, es insuficiente para sus puntos de equilibrio.

Miles, a lo largo y ancho del país, que sirven a clientes de todo el espectro del ingreso, se encuentran en el mismo callejón angustioso.

La demanda de distintos tipos de servicios, como los ofrecidos por los restaurantes, los hoteles o los de diversiones para niños y familias, propios de centros comerciales, de alta densidad de personas, para mencionar solo algunos, no será la misma después del COVID-19.

No sólo porque la procedente de los hogares, que es la locomotora de la demanda agregada, se haya visto golpeada por la reducción del ingreso, sino porque las familias distribuirán de forma diferente sus gastos y sus actividades de ocio tendrán nuevas exigencias.

Apenas llevamos tres meses y medio de un recorrido que puede tomar largo tiempo. Sin que se sepa de vacunas disponibles al menos en 2020, independiente de si las autoridades establecen condiciones para la “apertura inteligente”, minimizando los riesgos sanitarios, la vida urbana no será igual.

Es cierto que muchos consideran que la vida retornará “a lo mismo de antes”, que los peligros no son los anunciados y que los riesgos les corresponden a los demás, no a ellos. De ahí las rumbas y demás tipos de aglomeraciones insensatas de las que sabemos a diario, incluidas jornadas sin IVA como la del 19 de junio pasado.

También es cierto que millones acatan la cuarentena y que, en caso de salir o trabajar fuera de casa, aplican con rigor las normas de distanciamiento social. Estas personas, protegiéndose a sí mismos y, por esa vía, a los demás, no estarán dispuestas al “ocio aglomerado” en la pospandemia. Si en tales hogares hay niños o personas mayores, es de esperar mayores precauciones.

Quizás, más allá de los apoyos de emergencia, el Estado debe promover los cambios que los empresarios de los sectores más afectados deben introducir en sus negocios.

Sobrevivir, para muchas empresas, no será posible sin adaptarse a las nuevas preferencias del mercado.

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