Hace unos pocos días, el país deportivo habló sobre la presencia de un equipo integrado por excombatientes de las Farc en representación de Colombia en el Mundial de Rafting, en Australia. Los ocho deportistas colombianos (cinco excombatientes y tres habitantes de Miravalle, Caquetá), que estuvieron “remando por la paz”, fueron exaltados como muestra de la reinserción social que poco a poco viven algunos habitantes de Colombia.
Unos días después, se anunció desde el Congreso de la República la aprobación del Ministerio del Deporte, con lo cual la actividad deportiva y muscular dejaría de estar en manos de Coldeportes —dependencia del Ministerio de Educación— y tendría asiento en el Consejo de Ministros.
Creo que una y otra son noticias demasiado significativas no para el “país deportivo” sino para el país en general. Nuestro proyecto de nación podría ganar por goleada.
El director nacional de Coldeportes, quien saludó complacido la creación del Ministerio, dijo que con esto la inversión en el deporte pasaría de $560.000 millones anuales a $1 billón, con lo cual casi se duplicaría su presupuesto.
Pero tan pronto se anunció desde el parlamento la creación del Ministerio surgieron voces que lo cuestionan, pues, según se dijo, solo propiciaría más burocracia, crecería la corrupción y por tanto tendría menos inversión real en los proyectos y actividades para nuestros deportistas.
Quizá muchas de esas razones tengan asidero, si se tiene en cuenta mucho de lo visto en este país y, claro, el deporte siempre será un crisol y al tiempo un reflejo de las sociedades. Y si tenemos un Estado obeso, paquidérmico y despilfarrador, pues obviamente el deporte evidenciará esos males. Así que la desconfianza no es del todo desdeñable. Pero vale la pena tener en cuenta algunos elementos:
Lo primero es que los recursos que por ley recibiría el Ministerio, y otros que seguramente se gestionen, no necesariamente tienen que ir para funcionamiento. En la reglamentación seguramente se definan topes para su personal administrativo, inversiones, apoyo a delegaciones y construcción de escenarios, entre otras, como en cualquier nueva entidad del Estado. Además, para la creación de más burocracia se requerirían leyes, reformas al aparato del Estado, y estas no se dan sin estudios y trámites vía Congreso.
También se dice que esta nueva cartera podría ser un foco de corrupción en el deporte. Y tenemos casos recientes de dudosas conductas de nuestros dirigentes. La pregunta que queda es: ¿si no se crea el Ministerio, entonces de un plumazo se acabarán la corrupción y el despilfarro en el deporte?
Sostienen además algunos detractores de la nueva dependencia que el actual Coldeportes puede desempeñar las labores. Y quizá también los asista la razón. Sin embargo, valdría reflexionar acerca de que las decisiones sobre la actividad deportiva ya no tendrían que esperar que un Ministerio, sobre el que recaen además muchos otros frentes importantes, tome decisiones, pues el nuevo Mindeporte tendría la autonomía y autoridad para decidir sobre asuntos mediatos e inmediatos, de fondo y de forma.
Hay algo más interesante en este asunto: un nuevo Ministerio tendría la potestad para definir el camino, la hoja de ruta. Y entonces será el momento para repensar que el deporte podría ser una política de Estado. En tal sentido, por ejemplo, podría dejar de dedicar sus mayores esfuerzos a deportes masivos y competitivos. El deporte podría ser una apuesta por seres más saludables; entonces ahí se podrían comenzar a construir sinergias y estrategias entre este y el Ministerio de Salud, para prevenir, vía deporte, muchos males que nos enferman.
Otro reto interesante de este Mindeporte es volverse más dinámico y menos constructor de infraestructuras. El nuevo Ministerio puede dedicarse a deportes que no son tan masivos ni competitivos y buscar que la empresa privada apoye deportes más masivos y competitivos.
Y quizá más importante aun es que podría ser el momento para mirar el deporte y pensar que desde este se pueden construir mejores personas, más tolerantes, más respetuosas de las normas: porque al tiempo que se forma para el deporte se va formando para la vida.
Durante la época de la Violencia partidista de mediados del siglo pasado, el presidente Eduardo Santos reclamaba para el país “menos política y más deporte”. Luego, dos hechos ayudaron a calmar un poco las tensiones políticas en Colombia: el inicio del campeonato de fútbol profesional y la realización de la Vuelta a Colombia en bicicleta. Sobre lo que lograron estos eventos deportivos para apaciguar un poco los ánimos se ha dicho tanto, se ha reconocido tanto.
Y ahora aquellos postulados los retoma el director de Coldeportes, quien asume que en este momento el deporte es el único factor de unión entre los colombianos. Y es cierto, con los triunfos de nuestros deportistas, por un rato nos olvidamos de tantas mezquindades y polarizaciones, por lo que ese puede ser el mayor reto de este Ministerio: ayudar a construir, por qué no, en asocio con el Ministerio de Cultura, un nuevo tejido social basado en la tolerancia y el respeto por el otro. No deja de ser significativo que ese Ministerio que tanto le interesa ahora aprobar al gobierno Duque sea el mismo que creara el gobierno Santos. El deporte ayudó a encontrar en el camino a dos bandos que parece que no les interesara saber el uno del otro.
En tal sentido, el deporte puede ser la mayor apuesta por la paz y la convivencia. La misma que seguramente vivieron habitantes de Caquetá y exmiembros de la guerrilla remando unidos sobre aguas turbulentas. Allá en Australia lo reconocieron como un símbolo de futuro: quizá llegó el momento de que nosotros lo entendamos. Y un nuevo Mindeporte a lo mejor nos ayude otro poco a entenderlo. O por lo menos a intentarlo.