Más duquismo, menos uribismo

Pedro Viveros
08 de abril de 2019 - 05:00 a. m.

En Argentina en los años 70 hubo un presidente fugaz de nombre Héctor Cámpora. Su origen siempre peronista, su método la lealtad a toda prueba. Duró 49 días en la Casa Rosada (sede presidencial Argentina). Nunca lo visitó Juan Domingo Perón. Cámpora siempre fue a la casa del líder del justicialismo. El lema de campaña en 1973 fue “Cámpora a la Presidencia, Perón al poder”.

El las últimas elecciones presidenciales la indecisión política versó, sobre todo en la segúnda vuelta, disputada entre Gustavo Petro e Iván Duque, en lo que para para algunos era: saltar al vacio del populismo de izquierda o darle la oportunidad a la nueva cara del uribismo. La democracia habló y el uribismo 2.0 obtuvo la victoria. ¡El poder y la Presidencia!

La corta vida de Duque en la escena pública colombiana daba cuenta de una joven promesa con virtudes intelectuales, morales y políticas. Desde su posesión, solo recordar el altisonante e inapropiado discurso del senador Ernesto Macías quien en nombre de todo el Congreso de la República, y en la presencia de mandatarios y delegatarios extranjeros, dio rienda suelta a una diatriba antisantista en tono menor e interno, para notificar al nuevo mandatario el ancestral rumbo pretendido por el “Perón” del Centro Democrático. Este era tan solo el desayuno.

La línea central de la perorata uribista siempre se focaliza en “no podíamos ni podemos repetir lo de Santos”. Para ello alimentan su verbo con la critica simple o descalificadora a los venidos de otras esferas políticas. De otra forma no se entiende por qué descalifican nombramientos de estirpe uribista triple A. ¿Será que el canciller, la mininterior, minhacienda o mindefensa son petristas? Son de cuño uribista, pero son leales a quien ganó el poder y la Presidencia.

Duque ejerce el poder de manera diferente a las acedradas maneras colombianas: es un “bicho raro” por estas latitudes. No se deja llevar por sus propios instintos, ni por tendencias dominantes, y cuando hay una crisis no se va por los gustos coyunturales de aquellos a quien hoy le hablan al oído. El presidente Duque no tiene las mañas nuestras para manejar “la cosa política”. Es más, creo que adolece de eso. Algunos recomiendan que debería tener “más samperismo” a su lado para saber “cómo le entra el agua al coco”, decía el vallenato Pepe Castro. Pero no lo va a hacer. Duque es Duque y quiere seguir haciéndolo a su manera. Por algo ganó el poder y la Presidencia.

Para los que tienen preocupaciones sobre el talante del actual jefe de Estado sólo dos ejemplos: las objeciones de la JEP y el paro de la minga en el Cauca. El resultado que se dé en el Congreso, ha dicho Duque, será respetado por la Casa de Nariño y sin “mermelada”. Pero dejó claro su estilo: lo prometido en campaña lo cumple. Manifestó en muchas oportunidades su inconformidad con los acuerdos de La Habana. Es más, fue él y solo él quien convenció al Centro Democrático de optar por el No en el plebiscito. Pues el “bicho raro” cumple lo que promete. Poco común por estos recodos.

En cuanto a la minga del Cauca, Duque defendió la ultima instancia de poder en Colombia: la majestad de la Presidencia. ¡Y cumplió! No fue al Cauca mientras existieran vías de hecho. Pero además resolvió el conflicto de 26 días, sin meter la fuerza pública y levantar a garrote a los manifestantes. Diferente a las ideas del “Perón” colombiano que quería dejar la Panamericana bloqueada dos años y evitar el diálogo con indigenas. Una vez más ejerció el poder y la Presidencia.

Por eso hoy en Colombia el  tono del duquismo tiene más futuro que el pasado del uribismo.

@pedroviverost

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