Más sobre la ministra de Ciencia y el conocimiento tradicional

Cartas de los lectores
25 de enero de 2020 - 06:21 a. m.

El pasado 10 de enero de 2020, el periodista Pablo Correa, editor científico de El Espectador, escribió un sesudo artículo en el que denuncia la posición pseudocientífica de la recientemente designada ministra de Ciencia de Colombia, doctora Mabel Torres, en relación con su promoción de una bebida basada en el hongo Ganoderma, con supuestos atributos para la curación de distintos tipos de cáncer. El artículo del señor Correa está bien documentado y habla por sí mismo. Queremos solamente, en nuestra condición de profesionales de la medicina, agregar algunos comentarios pertinentes y fijar nuestra posición al respecto.

En el mundo contemporáneo, la producción de conocimiento nuevo debe estar necesariamente ligada a la estrategia del método científico; es este un sistema que lleva ya varios siglos de desarrollo y perfeccionamiento y debe considerarse como un logro de la humanidad. Por su parte, la Medicina, en tanto disciplina científica, ha desarrollado sus propios métodos de investigación y génesis de nuevos conocimientos, que son: la epidemiología clínica, desde los años 70 del siglo XX; la medicina basada en la evidencia, desde los años 90; la bioética, desde los 80; y la seguridad del paciente, a partir del año 2000. Todas ellas buscan respaldar con evidencias científicas sólidas la adopción de nuevas terapéuticas o el empleo de nuevos medicamentos, con el propósito de hacerlo en forma sistemática y de manera segura para los pacientes; en otras palabras, buscan protegerlos. Para el caso particular de los medicamentos (a los cuales podría asimilarse la bebida que la ministra promueve), el método de elección para avalar su uso es el de la experimentación clínica, el cual cuenta con principios y etapas bien definidos, que no pueden ser obviados. Excede el objeto y la extensión de este escrito explicarlos detalladamente.

Las culturas aceptan determinados conceptos como verdades por efecto de la tradición (frecuentemente de la tradición oral). Ellos se admiten como veraces porque siempre se han considerado como ciertos, sin la necesidad de la validación externa. Hoy por hoy la ciencia cuenta con las herramientas matemáticas, estadísticas y metodológicas que permiten esta validación. La tradición como fuente de conocimiento tiene serias limitaciones en el campo de la salud, no solo porque la validez de sus postulados no ha sido probada, sino porque no se pueden comparar sus propuestas con otras que pueden ser mejores alternativas (ver “Epidemiología clínica”, Ruíz y Morillo, Editorial Médica Panamericana, 2004). En otras palabras, a la luz de la ciencia contemporánea, los “conocimientos ancestrales” deben pasar por el tamiz de la investigación y del método científico. Como ejemplo, diversas plantas empleadas por la medicina tradicional china cuentan ya con el debido análisis bioquímico que ha permitido identificar e individualizar sus componentes y principios activos y con la necesaria validación de su uso en los pacientes, a las dosis adecuadas, mediante ensayos clínicos bien reglados (ver la publicación Chinese Medical Journal en distintas ediciones).

Por otra parte, los resultados que se obtienen de manera individual y aislada (como en el caso de los pacientes con cáncer supuestamente curados por la bebida extraída del hongo Ganoderma), esto es, de manera anecdótica, no pueden ser comprobados científicamente y carecen del escrutinio indispensable para poder ser extrapolados al resto de la población. Se asemejan a los llamados “milagros” que reivindican las religiones. A la luz del conocimiento actual, no existen las “curas milagrosas”: todo nuevo medicamento o medio terapéutico debe ser avalado por un experimento clínico aleatorizado, cegado y estandarizado. El conocimiento se puede adquirir por obra de la tradición, la intuición, la experiencia acumulada de una autoridad o experto en la materia, por razonamiento lógico, por ensayo y error; pero el que cuenta con el mayor grado de evidencia, validez y seguridad para ser aplicado en la práctica clínica es el obtenido a partir de la investigación científica. En el campo de la salud, ésta comprende cinco etapas distintas que se deben cumplir sin exceptuar ninguna, a saber: concepción (pregunta de investigación); planificación; implementación; análisis; y comunicación (los resultados y conclusiones del estudio deben ser publicados en una revista científica indexada y arbitrada, para que puedan ser conocidos y reproducidos por la comunidad científica) (ver Ruíz y Morillo, op.cit.); no tiene cabida en el campo de la ciencia decir que “decidí no publicar como un acto de rebeldía”.

Para concluir, creemos que una persona que expresa e intencionalmente decide distanciarse de los preceptos del método científico y de la bioética (ver entrevista a la ministra Mabel Torres publicada por El Espectador el 11 de enero de 2020) no puede ser la ministra de Ciencia del país. La doctora Torres debe tener la grandeza de renunciar y permitir que sea relevada en el cargo por otra persona que tenga el perfil y la experiencia necesarios para desempeñarlo con solvencia. El asunto no es de menor cuantía, pues se trata, ni más ni menos, de la persona que va a regir el sector de la ciencia y la tecnología en Colombia.

Juan Ricardo Benavides, MD. y 42 firmas más. Médicos de la Universidad del Rosario, promoción de junio/1982.

 

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