¿Más violencias?

Francisco Leal Buitrago
10 de julio de 2018 - 02:00 a. m.

Una de las tantas formas de criminalidad se ha expandido exponencialmente en el país más violento del continente. Sus diversas expresiones de violencia han sido instigadas directa o indirectamente por la política: guerras civiles, la Violencia, guerrillas, paramilitares y bandas criminales. Algunas han tenido momentos críticos, como el 9 de abril, con el asesinato de Gaitán, y finales de los años 80 e inicios de los 90, con el genocidio de la Unión Patriótica y el asesinato de tres candidatos presidenciales. A los diferentes contextos en que se dan se suman factores como la disputa territorial, el narcotráfico y la minería ilegal. Este histórico derramamiento de sangre tiene un denominador común: territorios sin Estado y problema de tierras (colonizaciones sin fin, apropiación de predios, desplazamiento de campesinos, expansión de latifundios y desgreño en impuestos y catastros rurales).

La forma de criminalidad que se ha expandido en el país es el asesinato de líderes sociales, a tal punto que en las últimas semanas han proliferado al respecto noticias, artículos y columnas en medios de comunicación, además de protestas y velatones en las principales ciudades del país. Estos asesinatos —uno a uno, in crescendo— están ligados al narcotráfico, las bandas criminales, las disidencias de las Farc, el Eln, la Fuerza Pública, el sicariato, la disputa de territorios y diversas causas ligadas a entornos políticos regionales y locales en los que gobiernos nacionales y políticos han sido incapaces de formular e implementar medidas estructurales orientadas a controlar esta multiplicidad de violencias.

La situación actual de esta violencia se cruza con la finalización de una coyuntura crítica inédita en la política nacional. En ella se juntaron la desmovilización de la guerrilla más vieja del planeta, la terminación de dos gobiernos sucesivos reelegidos, decenas de precandidatos a la Presidencia y la decantación final de dos de ellos: uno impuesto por el neocaudillo de derecha y otro surgido de una nueva izquierda. Al final, elecciones en paz por primera vez en muchos años, debilitamiento de maquinarias electorales, votación más alta en la historia de la izquierda y triunfo del que dijo Uribe.

La incógnita de esta finalización crítica se centra en la manera como el nuevo presidente abocará la actual forma criminal, pues una eventual vía de solución tiene serias contradicciones políticas, todas ligadas a la historia nacional mencionada y a la más reciente surgida del neocaudillo. Es casi imposible pensar en la liberación de Duque de las decisiones del “presidente eterno”. También en que tales decisiones no se vinculen a su pasado articulado con violencias y a su necesidad de seguir frenando —mediante el ejercicio de cargos públicos poderosos— el desenlace de innumerables procesos en la “comisión de absoluciones” y las instancias judiciales.

Sin embargo, hay una contradicción ajena a su poder político: pese a las fallas en políticas nacionales del gobierno que finaliza, su gran acierto fue acabar con las Farc. También tuvo aciertos en política exterior, que —junto con el de la guerrilla— pesan mucho en instancias internacionales para presionar al nuevo gobierno con el fin de evitar más violencias.

Además, un factor adicional —producto de la finalización de la coyuntura crítica— es la alta posibilidad de articulación de amplios grupos organizados de opositores a la derecha. Las recientes movilizaciones frente a los asesinatos de líderes sociales son una muestra fehaciente de esta posibilidad.

* Miembro de La Paz Querida.

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