Me declaro “culpable”, honro el feminismo

María Antonieta Solórzano
02 de octubre de 2018 - 08:19 p. m.

Nací hace casi 70 años en una familia en la que la mujer era un ser humano pleno de derechos. Se admiraba el valor y el coraje que necesitaron, tanto mi madre como otras pocas mujeres, para llegar a la universidad y desarrollar carreras profesionales destacadas.

No teníamos la mínima duda de que las mujeres son capaces de ser dueñas de su cuerpo y destino, constructoras de la sociedad, del conocimiento y de la familia.

Sin embargo, vivir en coherencia con estos valores me ha puesto en el curioso lugar de ser tachada y hasta acusada de ser feminista. Desde luego, con orgullo y alegría me declaro culpable con plena conciencia de dicho “crimen contra el orden patriarcal”.

Sucede que cuando las mujeres asumimos, declaramos y defendemos la equidad entre hombres y mujeres, en términos de derechos y libertades, pareciera ser que, a ojos de la sociedad machista, estuviéramos cavando nuestra propia tumba.

Y es que el orden patriarcal en su afán de mantener la dominación, origen de toda injusticia y desigualdad, utiliza toda clase de estrategias, desde las más sutiles hasta las más atroces para amedrentar a las mujeres.

Así, por ejemplo, convierte la maternidad en el único lugar que dignifica a la mujer, “si no se es madre, no se es nada”. O usurpa su intimidad y su cuerpo a través de la violación transgrediendo su derecho a decidir su destino. “La mujer violada queda marcada con la vergüenza”, y el violador queda justificado, que solo hasta nuestros días tiene alguna consecuencia.

También cuestiona las aptitudes de la mujer para ejercer trabajos “masculinos” como la medicina, la ingeniería o la conducción de una tractomula o, peor aún, determina que la figura de una mujer debe ajustarse a un estereotipo, mientras que el aspecto del hombre depende de su propia decisión.

Adicionalmente, se nos profetiza el más desastroso de los destinos, con un argumento de peso: “Si eres feminista no vas a ser amada por un hombre (machista) que te quiera proteger de todo mal, con una sola y sencilla condición: que él sea tu único dueño.

Y esto teniendo claro que si un hombre machista considera a una mujer como su propiedad, ella deja de ser sujeto, se vuelve su objeto de porcelana o trasto viejo, según las circunstancias.

Todo este “milenario lavado cerebral” pretende privilegiar la jerarquización de los derechos y libertades que caracterizan el orden patriarcal.

El mundo machista teme morir a manos del feminismo y lo entiendo, porque cuando el respeto a la equidad de género regule las relaciones inter e intrapersonales, el mundo de los privilegios del poder, tal y como lo conocemos, desaparecerá.

Confirmo, me declaro culpable de ser feminista.

 

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