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Medidas medias para las fiestas COVID

Catalina Uribe Rincón
12 de diciembre de 2020 - 03:00 a. m.

El martes pasado Alemania vivió su peor jornada en muertes por COVID-19. El país, que había sido modelo mundial por su contención del virus, reportó 590 decesos en un solo día. La preocupación de su canciller, Angela Merkel, se reflejó en el fuerte discurso que dio un día después del martes mortal, en el que llamó la atención a los alemanes sobre los cuidados y medidas que deben adoptar para las festividades de fin de año. Los medios, como era de esperarse, se enfocaron en el fatalismo de los posibles cierres y los miles de contagios que se avecinan si la gente hace lo que ha hecho por años durante esta época: reunirse.

Pero hubo un aspecto importante en el mensaje de Merkel que se discutió menos: su énfasis en las medidas medias. Esas medidas que contribuyen en algo con la prevención de la propagación del virus, pero que no exigen un sacrificio rígido. La mandataria fue enfática en que lo ideal es no verse. Pero, si deciden verse, pidió un esfuerzo intermedio: evitar al máximo los contactos durante los días antes de las festividades. Instó además a los líderes de los estados federales a que iniciaran las vacaciones en diciembre 16 y no el 19, con el fin de permitir un mayor aislamiento antes de ver a los seres queridos.

En otras palabras, Merkel sabe que el mensaje “no se vea con sus familiares en las fiestas decembrinas” es difícil para algunos. Por eso, en su comunicado ofreció soluciones intermedias. En Colombia, por el contrario, el discurso de varios líderes ha sido sólo estricto: “no salga”, “no compre”, “no celebre”. Mucha gente les ha contestado: “pues nada: salgo, compro y celebro”. El prohibicionismo no es sólo de los funcionarios. También en los particulares hay gran impulso restrictivo. Una amiga me contó que para el Día de las Velitas una tía puso como condición a todos los invitados hacerse la prueba del antígeno y usar el tapabocas durante todo el evento. Como algunos se rehusaron, otros concluyeron: “pues ya qué, yo tampoco”. El resultado: nadie se hizo la prueba ni usó tapabocas.

Las restricciones en esta pandemia son inevitables. Cada quien debe asumir una parte en la responsabilidad de ralentizar el contagio. Pero también es cierto que el deber no se puede poner por fuera de lo que cada cultura estima como razonable. Y, bueno, nosotros vivimos en una cultura de “familitis aguda”. Lo ideal sería tratar esa inmoderada pasión desde sus raíces, pero como no hay tiempo, ni ganas, lo siguiente mejor son las medidas intermedias al estilo de la canciller alemana: si va a verse con su familia en Navidad, aíslese la semana anterior, utilice tapabocas el mayor tiempo posible (así haya alguien que se rehúse a usarlo) y, si puede, hágase la prueba así no todos se la hagan.

Y, porque no sobra, abra las ventanas, fíjese de qué vaso toma y no sirva dips, salsas, ni ningún otro plato compartido. ¿Eso nos mantendrá a salvo? No, sólo el aislamiento continuo lo conseguiría. Pero el liderazgo tiene que saber de psicología y cuando se nos ponen metas muy contrarias a nuestros hábitos, en vez de cumplirlas a medias, ni siquiera las empezamos. Las medidas medias no son óptimas, pero son siempre mejores que el tan colombiano “ya qué carajos”.

 

Pin8(89209)12 de diciembre de 2020 - 03:56 p. m.
Hola
Adrianus(87145)12 de diciembre de 2020 - 03:10 p. m.
Si eso pasa en Alemania, qué se le puede pedir a esta zoociedad Polombiana.
Celyceron(11609)12 de diciembre de 2020 - 05:09 p. m.
Tiene razón en cuanto a nuestra propensión de estar con la familia en muchos eventos. Los besos y abrazos, están a la orden del día y nos parece imposible dejar de expresar nuestro amor de esta manera. Caso contrario en Suecia, que para nada se muestran amorosos con la familia.
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