Medio golpe

Oscar Guardiola-Rivera
08 de mayo de 2019 - 03:00 a. m.

En 1973, cuando los financieros chilenos derrocaron a Salvador Allende con la ayuda de Washington y un sector del ejército, sumado al esfuerzo golpista en el último minuto, lo primero que hicieron fue bombardear las estaciones de radio.

Con la excepción de El Mercurio, había que deshacerse de los medios. Hoy, por el contrario, puede contarse con todos ellos. Cuando menos eso parecen pensar los equivalentes contemporáneos de los golpistas de ayer.

Lo único que tiene que hacer es grabar un video suyo y de sus compadres, hombres blancos posando al estilo superhéroe de Marvel, prestos a “liberar” a una gente que suponen sin capacidad propia.

Adicione una imagen, una narrativa sentimental que hable por los niños y ancianos obligados a comer basura y que abra paso a la justificación de que usted no actúa en nombre propio o el de sus compadres financieros sino en el de la humanidad entera; diga que tiene el apoyo de los militares, y súbalo a internet.

Poco importa que “el pueblo”, el pueblo pobre y negro, ya solía irse a la cama con el estómago vacío durante la “época dorada” en que los ricos ya eran blancos y ricos y los pobres ni siquiera tenían derecho de apariencia, de sentir que podían participar en la toma de decisiones políticas, ni mucho menos, Dios nos guarde, de equivocarse al hacerlo.

Solo falta tuitear una línea acerca de la inevitabilidad histórica de esta “fase decisiva” de la “Operación Libertad” (que no “liberación”, liberación suena demasiado liberal izquierdista). Puede contar con que esos campeones de los derechos humanos en el hemisferio, Bolton, Abrams, Trump y Bolsonaro, tuitearán en respuesta: “¡América para los americanos! ¡Vivan los Estados Unidos!”

Ahora que hemos regresado vía satélite y electrónica a los mejores años de la Doctrina Monroe y el Destino Manifiesto, se puede amenazar a este o aquel gobierno latinoamericano y en particular a sus ejércitos ofreciendo ésta como la última oportunidad antes "de hundirse con el barco”.

Lástima que al final del día usted regrese a hacer videos y enardecer las multitudes de sus seguidores en el sureste de la ciudad. Curiosamente, aunque se supone que esta es una dictadura, le permiten hacerlo. Si usted estuviese en Colombia ya lo habrían ejecutado, y el Ministro de turno habría dicho que fue culpa suya por armar desorden o intentar quitarle el arma a un soldado.

Los medios seguirán mostrándole en pose Marvel junto a sus seguidores. Fuera de foco, otros cientos de miles rodean el palacio presidencial para defenderlo de usted y los golpistas. ¿Por qué lo hacen, dada la aguda crisis económica y política? Podemos asumir que les han lavado el cerebro, son ignorantes o tienen miedo y en cualquier caso carecen de capacidad propia. Pero ello sería simplista y equivocado.

Muchos de ellos pueden ser críticos de su gobierno, hartos de una situación que empeora mientras permitimos que las sanciones sigan su curso. Pero quizás también sientan que durante la pasada década y media han ganado el derecho de aparecer, de decidir y hasta equivocarse.    

 

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