Memoria histórica, la otra guerra

Arturo Charria
15 de abril de 2017 - 03:00 a. m.

Hace pocos días una noticia sacudió el escenario de la memoria: el portal de noticias Pacifista confirmó que el Ministerio de Defensa tendría un lugar en el Consejo Directivo del Centro Nacional de Memoria Histórica —CNMH. La orden viene directamente de Presidencia y se hace en los mismos días en que se firmaron los decretos que dan luz verde a la Comisión de la Verdad y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas. En este sentido, me gustaría reflexionar sobre esta situación en dos niveles: el interés del sector defensa de ser parte de dicho consejo y las implicaciones de esta decisión.

Las Fuerzas Militares saben que les queda una batalla para la que no están tan preparados: la lucha por el papel que ocuparán en el relato histórico que se construirá en los próximos años. En el 2013, cuando se conoció el informe del CNMH ¡Basta ya!, coroneles y generales iban sintiendo, página a página, el valor que tiene la memoria histórica en la dinámica misma de la guerra. El malestar fue inmediato y no lo ocultaron; en el retrovisor tenían ejemplos de otros países que, habiendo ganado la guerra, perdieron ante la historia en libros, novelas y museos.

Como consecuencia de esto, a un mes de publicado el ¡Basta ya!, se crea el Centro de Memoria Histórica Militar, bajo la Directiva Permanente Nº 082 del 8 de julio de 2013. Al año siguiente, en agosto de 2014, se crea el Comando Estratégico de Transición de las Fuerzas Militares, que tiene por misión pensar la institución en tiempos de paz y posconflicto. Y, en enero de 2016, se da el Primer Conversatorio de Historia y Memoria Histórica de la Fuerza Pública.

A diferencia de otros países como España y Argentina, en donde la memoria histórica es desconocida y mirada con desprecio por parte de las Fuerzas Militares, en el caso de Colombia es clara la búsqueda por copar el mayor espacio posible en este campo. Por eso el lugar que ahora tienen en el Consejo Directivo del CNMH es una más de las acciones que iniciaron en el 2013. Parafraseando al pensador francés Michel Foucault, se podría afirmar que la memoria histórica será la continuación de la guerra por otros medios, en este caso, la disputa por el significado y el lugar que tendrán las Fuerzas Militares en la construcción de ese nuevo relato histórico nacional.

Ahora bien, en este momento el CNMH está definiendo aspectos definitivos, como el guion del Museo Nacional de la Memoria, cuyo resultado será definitivo en la construcción de los imaginarios de los ciudadanos sobre la guerra: sus causas, impactos, así como la comprensión que estos tienen sobre las víctimas y las responsabilidades de los victimarios. Por otro lado, el CNMH ha logrado consolidar un gigantesco archivo de Derechos Humanos y Memoria Histórica, pero este archivo siempre estará incompleto si no cuenta con la desclasificación de los archivos de entidades como las Fuerzas Militares y el desaparecido DAS. Es difícil pensar que el lugar que ocupe el Ministerio de Defensa en el Consejo Directivo del CNMH no tendrá implicaciones directas en estos dos aspectos, que resultan definitivos en términos de memoria y, especialmente, en el esclarecimiento de la verdad.

Todo esto hace parte de los nuevos escenarios que nos abre el llamado posconflicto. Sin embargo, para garantizar una paz sin rencores y sin revanchismos discursivos, es necesario que haya cambios en la mentalidad: que las Fuerzas Militares pasen de la negación histórica al reconocimiento público de sus acciones, sin eufemismos. Pero también que las organizaciones sociales vean en la fuerza pública algo más que un adversario del que sería mejor prescindir como garantía de paz.

 

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