Memorias (y III)

Columnista invitado EE
11 de mayo de 2016 - 04:51 a. m.

Lo dijeron Horacio y el Barroco: cada hora nos va acercando un poco más al negro cuchillo de la Parca. ¿Qué es esta vida si no un breve sueño? Hoy lo repite, a su manera, el “Marca”: en junio se retira Butragueño. Miguel D´Ors.

También se retiraron Pelé y Maradona, y el cuchillo de la Parca se aparece y desaparece entre los seres humanos y hace guiños a poetas, escritores, mujeres y niños. Hacer memoria es volver a soñar lo insoñado o, mejor, lo innombrado. Imágenes de seres humanos que jugaron al juego de la golosa, la rayuela, el vértigo, la vida. Hay un sitio en el que deben estar nuestros muertos más preciados, un sitio de reciedumbre e incomodidad porque no los dejamos morir: Horacio Quiroga, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Poe, Alfonsina Storni, Virginia Woolf, Milan Kundera, Fernando Pessoa, Camus, Víctor Peñuela, mi mamá… mi mamá los debe estar acompañando porque hace parte de la lista de los más preciados porque no deja de estar en mis recuerdos. Carlos Gardel cierra esta lista que es interminable porque, paradójicamente, van a estar más tiempo en ese lugar que ocupan hoy que en el espacio que les tocó vivir en este inframundo mundano. Jugar fútbol significa recordar a nuestros antepasados en un ritual de amistades y desconfianzas que logran conjuntar diferencias de colores y criterios pero que se borran porque el alma se arruga cuando hacemos o vemos un gol de chilena, gafiado o de tijera. Cantar un gol implica convocar a nuestros demonios para hacer catarsis por nuestros muertos ajenos y propios. Rabiar un gol es deshacerse del yo que piensa para volverse otro que juega, que vibra, que gana y pierde y que, sobre todo, es el humano que es. Sí, esta vida es un breve sueño, como dice el epígrafe, pero hay gente que no ha vivido y ya acompaña a nuestros muertos más queridos y hay gente que no ha soñado y sigue viva. Puras paradojas de la literatura. ¿Cómo olvidar que nuestros muertos son nuestros porque no nos pertenecen pero los sentimos tan cerca? ¿Cómo no recordar que el pasado 24 de marzo se fue a otros pagos Johan Cruyff y se llevó el número 14 (extraño número para un 9) para seguir formando con su apasionada manera de habitar el fútbol? Alguien toca la puerta y no sé si es un escritor, un poeta o un jugador de fútbol porque los tres tocan de igual manera. No quiero abrir porque, también, puede ser la Parca, esa muchacha que llega, se queda y nos olvida, esa que nos arrebata de cuando en cuando a nuestros seres más queridos y los convierte en nuestros muertos más ajenos. Nos tenemos que narrar para que cuando ella llegue estemos preparados para el único acontecimiento para el que no fuimos preparados. Jugar fútbol es pensar la muerte y, por eso, cada despedida de un jugador es una bienvenida para otra dimensión narrativa.

 

rayuela138@hotmail.com

 

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