Menos que un club

Antonio Casale
03 de marzo de 2017 - 03:00 a. m.

En la entrada del Camp Nou y en la tribuna oriental se lee un aviso grande en letras amarillas, en catalán, que dice “Mes que un club”. Traducido al español, más que un club. Es la promesa del Barcelona de promover una escala de valores que trascienda más allá de un equipo de fútbol.

Más que un club significa que el Barcelona defiende los derechos y las libertades democráticas. Promueve los sueños de todas las esferas de la sociedad, para lo cual ha impulsado la masía, residencia y escuela formativa que ha dado a la luz jugadores de la calidad de Messi, Iniesta, Xavi y Piqué. Más que un club significa apoyar causas benéficas y una manera de comportarse adentro y fuera de la cancha que sea ejemplar para la sociedad. Digamos que hasta el momento culminante de Guardiola, esos valores se cumplían a plenitud. De eso queda poco.

La camiseta que nunca antes se había comercializado y que llegó a tener a la Unicef como único anunciante como parte de una alianza para conseguir recursos para los más necesitados, hoy lleva la marca de Qatar Airways, negociación que se hizo cuando los jeques de aquel país buscaban apoyo para ser la sede del Mundial de 2022, a cambio de millones.

La masía tampoco es lo de antes. Ya no producen jugadores de la calidad de los de antes y han estado envueltos en líos por explotación de menores, situación que les valió una sanción de la FIFA.

El club protege la evasión de impuestos. Neymar y Messi han sido sancionados al no declarar sus ganancias como deben, todo bajo el beneplácito de los directivos, que, lejos de ponerse del lado de los ciudadanos que pagan sus impuestos y que se verían beneficiados de los pagos de estos cracks, como grandes contribuyentes que son, los han respaldado ante la justicia. Así las cosas, la defensa de los derechos democráticos y la actitud separatista para apoyar la independencia catalana del gobierno central de España no pasan de ser demagogia.

Y la tapa: sus protagonistas en la cancha ahora son símbolo de soberbia. Piqué no pierde ocasión para quejarse de los árbitros; Neymar humilla a sus rivales con taquitos y filigranas que no utiliza como recurso sino como burla; Messi, que ha jurado amor eterno a su Barça, demora su renovación hasta asegurar unos ceros de más, y Luis Enrique, el entrenador, que ya anunció su salida, no pierde oportunidad alguna para humillar a los periodistas.

Lo anterior para no hablar de lo que pasa en la cancha. El juego colectivo brilla por su ausencia. Barcelona depende de sus individualidades y en defensa produce risa. No lo duden: hoy, Barcelona es menos que un club.

 

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