Mercosur, en la otra orilla del Río de la Plata

Beatriz Miranda
03 de marzo de 2020 - 02:00 a. m.

La llegada de Lacalle Pou a la presidencia de Uruguay pone fin a la era del Frente Amplio, con quince años en al poder, liderada por los expresidentes Tabaré Vázquez y Pepe Mujica. Su partido (Nacional) no gobernaba desde que su padre, Luis Alberto Lacalle, dejó la presidencia en 1995.

Pou obtuvo la victoria con el apoyo de una coalición multicolor, compuesta por cinco partidos, cuyas tendencias ideológicas van desde centro izquierda, como el Partido Independiente, hasta la ultraderecha, representada por Cabildo Abierto. En un escenario político tan diverso, su gran reto será mantener una relativa unidad en su gobierno.

El Frente Amplio se despidió de la presidencia de Uruguay en un acto bastante emotivo en donde Tabaré Vázquez, expresidente de Uruguay, afirmó: “El legado que nuestro FA le va a dejar al pueblo uruguayo es un legado que tenemos que defender, apoyar, estar convencidos de la importancia que tiene y que está por encima de todo esto que hemos hecho entre todos”.

Los mayores logros de su partido fueron sus políticas sociales, reflejadas en una significativa reducción de la pobreza: del 40 % al 8 %, un crecimiento sostenido de aproximadamente 4,0 % en los últimos años, su posición de vanguardia con legalización del matrimonio homosexual, la adopción por parejas del mismo sexo, la aprobación de la ley referente a la producción, venta y consumo de la marihuana, en aquel entonces una decisión pionera a escala mundial y la diversificación de sus mercados: anteriormente, exportaba a sesenta países, pero en 2019 ya exportaba a 165.La elección de Pou es simbólica, representa un período de renovación política en Uruguay, lo cual ha ocurrido sin sobresaltos, demostrando madurez democrática.

Sus principales desafíos serán: disminuir la criminalidad, que en 2019 alcanzó el índice del 46 %; atraer la inversión extranjera y disminuir el déficit fiscal, que en 2019 alcanzó 4,9 % del PIB, el más alto en los últimos treinta años. 

La solución, según Pou, será vía disminución del costo de la maquinaria administrativa y la liberalización del sector energético y condiciones favorables para que aproximadamente 100.000 argentinos inviertan en Uruguay. ¿Inducirá fuga de capitales de Argentina?

En el plan regional, Uruguay se aproximará más al Brasil de Bolsonaro que a la Argentina de Fernández, sobre todo en lo que respecta a la apertura comercial y flexibilización del Mercosur, lo que será naturalmente acompañado por Paraguay, que desde hace años plantea esa posibilidad. 

La pregunta es sí el fortalecimiento de la Alianza Uruguay-Brasil en el marco del Mercosur podrá neutralizar la perspectiva diferenciada que Alberto Fernández tiene de la integración regional y del bloque. ¿Lo aislarán o prevalecerá sobre la mesa de negociación la importancia histórica de Argentina en el bloque?

Fuentes cercanas al presidente uruguayo afirman que, a pesar de su tendencia ideológica, él no comulga en la misma mesa de Bolsonaro. Podrá ser un aliado comercial, pero no ideológico, pues el sonido del autoritarismo aún retumba en los oídos de los uruguayos.

Con todo, es posible que en algunas cuestiones regionales estén alineados, como en el caso de Venezuela y el apoyo a Juan Guaidó, posición que difiere de sus antecesores.

La llegada de Pou a la presidencia de Uruguay disminuye la posibilidad de un equilibrio político regional y fortalece la posición del Grupo de Lima, sentado a la derecha del presidente Donald Trump, aunque los países que lo componen andan perdidos, sin respuestas para sus difusos y complejos contextos internos. Basta ver la foto de sus principales invitados en la toma de posesión.

 

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