México y su compañía de danza, y Kholodenko

Manuel Drezner
30 de junio de 2018 - 02:00 a. m.

México debe estar orgulloso, y con razón, de su compañía nacional de danza, que en más de medio siglo ha presentado un impresionante repertorio de ballet clásico y danza moderna, y ha formado bailarines mexicanos de gran mérito, como se comprobó en la presentación en el Teatro Colón. El programa fue ecléctico, como para mostrar las capacidades de la compañía. Entre lo último hay que destacar La pavana del moro, del bailarín y coreógrafo José Limón, que él mismo estrenó en Bogotá hace muchos años. Este cuarteto para bailarines, con música de Purcell, presenta momentos del drama de Shakespeare centrados en el robo del pañuelo de Desdémona por parte de Yago, para confirmar la infidelidad de la esposa de Otelo. Esta obra maestra del baile, donde los sentimientos de cada personaje son interpretados a través de la danza, recibió una interpretación de altura. Una fruslería basada en el Concierto de ébano, música que Stravinsky compuso para Woody Herman, fue presentada con una coreografía de Dennis Volpi, para mostrar las capacidades de los bailarines, y aunque es agradable, nadie podría decir que es trascendental. Finalmente presentaron el divertissement con que termina Raymonda de Glazunov, con coreografía basada en la clásica de Petipa, con la participación de toda la compañía, y se comprobó que cuenta con un conjunto de mérito. Es bueno, además, el ejemplo que esta compañía da, ya que los intentos entre nosotros de crear algo semejante por falta de apoyo no han progresado. Ojalá que si esta compañía vuelve a visitarnos se concentre en uno de los grandes ballets de su repertorio, en vez de mostrar fragmentos, como sucedió en el caso de Raymonda.

El día anterior se había presentado en el Santo Domingo un impresionante pianista llamado Vadim Kholodenko, ganador en el prestigioso concurso de piano Van Cliburn y quien mostró tener una técnica virtuosística, pero en este caso mezclada con una musicalidad que hizo de este concierto algo digno de recordar. Había comenzado con dos nocturnos de Chopin, vertidos con lirismo y seguidos por la Sonata de la Marcha Fúnebre del mismo compositor. El punto más impresionante de la noche fue su versión de la Octava sonata de Prokofiev, una pieza difícil, pero que Kholodenko tocó como si fuera juego de niños. Este pianista es de los más importantes que han venido a la ciudad y su recital es algo que tendremos guardado como uno de los eventos pianísticos más importantes de los últimos tiempos en la ciudad.

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