Mi nombre es Azucena Martínez, creo que si uno no sabe leer no sabe para dónde va (I)

Beatriz Vanegas Athías
12 de junio de 2019 - 06:00 a. m.

Nuevamente cedo mi espacio a una mujer líder y anónima que ha construido más país que muchos políticos florideños que ahora le cierran el paso a su labor de promotora de lectura. Esta es la primera parte de su historia. Feliz cumpleaños, Azucena.

Me llaman Azucena Martínez de Jerez, soy la fundadora de la biblioteca pública más antigua de Floridablanca, que está situada en Ciudad Valencia, un amplísimo barrio de la ciudad. A pesar de la desidia e indolencia del actual alcalde, Héctor Mantilla, por quien no voté porque, como le dije a él mismo, no estoy loca, la biblioteca crece y generaciones de florideños y bumangueses se han formado en ella, que ha crecido con esfuerzo y la ayuda de muchos benefactores anónimos y de conocimiento público.

Muchas guerras he librado desde que nací el 11 de junio de 1929 en Málaga, Santander. Mis padres eran de una vereda que se llama San Luis, en un punto al que le dicen Los Apartaderos. Mi madre murió a los 30 años, entonces con mi padre y mis hermanos tuvimos que irnos para el pueblo porque él no quería que nos quedáramos en el campo. Fuimos tres mujeres y dos hombres. La mayor con 90 años murió hace poco. En ese tiempo sólo podían aprender a leer y a escribir los hombres, pero mis padres lograron que todos en la casa leyéramos y escribiéramos porque en la familia se acostumbraba que los hombres enseñaban a las mujeres.

Era muy hábil mi papá. Un señor le enseñó a hacer chocatos porque no tenían zapatos, la gente del pueblo no se ponía, solamente el señor cura, el alcalde. Creo que a lo mejor esto sería por la costumbre o de pronto porque todavía no estaba la carretera y entonces no había gente que llevara esas cosas. Pero mi papá hacía las cotizas y se iba por todos los pueblitos de García Rovira ofreciéndolas, entonces tuvimos una época muy bonita, mi papá alcanzó a comprar su casa en Málaga. Grandota con solares, hermosa, como con 20 piezas.

Y todo iba muy bien, pero resulta que mataron a Gaitán y fue ahí donde la cosa se puso muy mal. Pasó que lo mataron y mi papá, como traía de Bucaramanga la tela para los chocatos, las suelas y la cabuya, todo, pues amaba la tecnología y compró una plancha eléctrica y hasta el cura mandaba a donde nosotros a que le plancharan la ropa. Pero un día, después de que murió Gaitán, se llevó un radio para escuchar las noticias de todo lo que pasaba y se dio cuenta de que venía una guerra. A mi papá como era liberal le quemaron la casa, la bombardearon y fuera de eso lo metieron a la cárcel. Fue terrible porque nosotros estábamos pequeños y luego el párroco decía que no había que matricular a los hijos de los “cachiporros” en la escuela y mi hermana, la que se murió hace poco, solo alcanzó a estudiar en el colegio de monjas hasta tercero de bachillerato porque nos prohibieron estudiar. Pero por fortuna teníamos a mi tía Eudosia Arciniegas, que para entonces se había vuelto maestra y entonces ella en la finca hizo un caney y allá íbamos a las clases los hijos de los liberales que no podían entrar a la escuela. Pienso también que ella fue la primera mujer en este país que les enseñó a los adultos (hombres y mujeres) a leer y a escribir.

Continuará…

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