Mi papá me dormía con inyecciones para violarme

A Mí También
29 de agosto de 2019 - 05:00 a. m.
Por Beatriz*
Por Beatriz*

Desde que yo era pequeña, recuerdo que mi mamá trabajó en diferentes cosas porque mi papá era un flojo, y eso que es doctor y en ese tiempo también era pastor cristiano. Todo el mundo confiaba en él y creían que era una buena persona. De hecho, vivía con nosotras, pero mamá siempre tuvo que salir a dar la cara en todo. Aunque, según él, mi mamá era la histérica.

Así que yo me quedaba sola con él desde que tenía tres o cuatro años, en la casa que teníamos en el pueblo.

Cuando tenía siete años nos fuimos a otro pueblo y nació mi hermana. Después vendría mi hermano.

Mamá salía días enteros. En las noches él decía que yo estaba muy débil y que necesitaba alguna vitamina, me inyectaba y yo me quedaba dormida. Aturdida por el medicamento no sabía exactamente lo que pasaba, solo sabía que él entraba, bajaba mi ropa interior e introducía algo.

Ahora entiendo que en realidad me drogaba para abusar de mí en la misma cama donde dormía con mis hermanos.

Recuerdo que en algunas ocasiones me ponía ropa muy apretada para dormir y que así no me hiciera nada, él solo me decía: "Deberías ponerte algo más ligero".

Al principio pensaba que estaba bien, que mi papá solo quería ayudarme. Pero yo empecé a crecer y cada vez iba adquiriendo más conocimiento de la vida y descubrí que era raro lo que pasaba.

No sabía qué hacer o decir, sentí que nadie me creería. Vivíamos en un pueblo donde el machismo es la única ley y lo que los hombres dicen es solo la verdad, un pueblo donde la ropa sucia se lava en casa y pasar por un escándalo así era una vergüenza para toda la familia.

Hasta que un día me armé de valor y, sabiendo lo que en la noche iba a pasar, escribí una nota diciéndole que sabía lo que hacía y la puse en mi ropa interior.

Esa fue la última vez que recuerdo que me hizo algo.

Cuando cumplí 15 años, decidieron mandarme a la ciudad a estudiar, fue entonces cuando comprendí que todo lo que había pasado estaba mal, que él era un pedófilo y yo ahora temía por la seguridad de mi hermana menor.

En una de mis vacaciones, regresé a casa. Mis papás tenían a una chica viviendo allí, como un favor familiar. Una noche, a las tres de la mañana, ella salió gritando que mi papá la había violado. Igual que a mí, le dio un medicamento.

Fue al hospital que hay en el pueblo, en donde la registraron como una paciente con crisis nerviosa y le administraron calmantes. Ella y su mamá levantaron una denuncia en la ciudad más cercana, pero no procedió y jamás tuvo un juicio.

El sistema también la violó a ella.

Esa noche, mamá nos despertó, tomó lo esencial y nos llevó a casa de mi abuelita. Nos dijo que la historia de aquella niña era mentira. Solo años después me confesó que ella sabía que era cierto, porque mi papá llegó a su cama con una gran erección queriendo tocarla.

También me contó que por esa época empezó a salir con otra persona, aunque vivía con mi papá para guardar las apariencias sociales. Cuando él se enteró de la relación de mi mamá, también la violó a ella y le dijo: "Ahora sabrás lo que es un hombre de verdad".

Ahora tengo casi 22 años y ya no lo visito. Hace un par de meses intentó buscarme, lo bloqueé de todos los medios posibles y le dije que estaba en terapia por su culpa y que cuando estuviera lista hablaría con él. Ahí dejó de insistir.

Estoy a unos meses de terminar mi licenciatura en Negocios Internacionales y mi pareja y yo seremos papás el próximo mes.

Por ahora no me queda más que seguir en terapia y criar a mi bebé con las herramientas necesarias para que no tenga que vivir ningún tipo de abuso.

* Beatriz es un seudónimo y, por petición suya, los nombres de los involucrados fueron omitidos.

Comentario de Viviana Bohórquez, experta en temas de género y cocreadora de Las Igualadas

Crecimos con la idea de que la familia es sinónimo de seguridad, confianza, y amor. De entrada, nadie piensa que la familia puede ser un lugar violento para las niñas y las adolescentes. Entonces, esa misma idea sagrada de la familia se convierte en el lugar de la vergüenza, de los secretos y de la complicidad.

Deberían enseñarnos a hablar sobre lo bueno y lo malo de la familia, para tener claro que la violencia sexual, física, o emocional rompe cualquier vínculo familiar y genera un profundo daño, que con dificultad puede lograr repararse. Tenemos que cambiar los secretos por denuncias y la complicidad por justicia.

La historia de Beatriz es dolorosa y desgarradora. Agradecemos su fuerza para contarnos, como una forma de elaborar el dolor que produce la violencia sexual en la familia.

Si quieres enviarle un mensaje a Beatriz, escríbenos a amitambienelespectador@gmail.com.

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La ilustración fue realizada por La Ché, síguela en Instagram.

 

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