Esta columna aparece publicada muy temprano el martes 7 de agosto, día en el que usted, presidente Iván Duque, se posesiona hacia las tres de la tarde. De ahí que estas líneas las escriba como un saludo al nuevo presidente de Colombia.
Ante todo, tome en cuenta, presidente, que en democracia, en la democracia presidencialista colombiana, el elegido no lo es solo para sus amigos, su partido, su coalición o sus votantes, lo es para todas y todos los colombianos. Ese es un supuesto básico de la vida democrática y republicana.
Yo confío, presidente Duque, en que usted logrará —o lo intentará, por lo menos— ser de verdad el presidente de todos, no solo de los potentados sino también de los desarrapados, y también de la mentada clase media, tan cortejada pero tan vapuleada siempre.
Presidente en un Estado social que es de todos, pero sin olvidar que en la Constitución de 1991 (Preámbulo, arts. 1, 2, 13, 94, 366), y aun en la de 1886 (art.32), la prioridad es para “las clases proletarias en particular” (reforma de 1936), lo cual es plenamente válido en un país con tan elevados y persistentes índices de desigualdad.
Usted obtuvo diez millones de votos y su contendor o competidor final, Gustavo Petro, ocho millones. No me detengo a pensar si esa apreciable ventaja es toda limpia o fraudulenta en parte. Aceptado está por casi todos los actores políticos y por la ciudadanía que hay fallas protuberantes en el sistema político y electoral que demandan una reforma en profundidad. La que se frustró en las últimas legislaturas es preciso retomarla y sacarla adelante en un tiempo no electoral para que no se alegue cambio de las reglas de juego ad portas de unos comicios.
Presidente Duque, hay asuntos de primer orden acerca de los cuales es de esperar la más esmerada atención, desde el primer momento, por parte del nuevo presidente de los colombianos.
El país que usted recibe está afectado por una corrupción de características dantescas. Me ahorro hechos y cifras conocidos. El 26 de agosto, a pocos días de su posesión, el país votará la consulta anticorrupción y usted ha dicho que comparte esta causa, puede ser su primer triunfo como gobernante. Presidente, ¿apoyará eficazmente la campaña para contribuir a alcanzar los 12 millones de votos requeridos?
El país que usted recibe se conmociona a menudo con protestas sociales originadas en necesidades básicas insatisfechas, incumplimiento de la ley o de acuerdos previos. Presidente, ¿usted va a dar la orientación a sus ministros y otros altos funcionarios de escuchar, analizar, pactar y cumplir? ¿O va a secundar a su ministro de Defensa que propone un estatuto restrictivo de la expresión democrática de la inconformidad? ¿Lo saludable será limitar y reprimir aún más la protesta social o, más bien, rodear de garantías la vida y libertades de los líderes y lideresas sociales?
El país que usted recibe, a través del Gobierno y en nombre del Estado, firmó ante el mundo acuerdos de paz con las Farc y adelanta conversaciones con el Eln en busca de completar la tarea de la paz política. Usted ha dicho al respecto: “Ni trizas, ni risas”. Yo concordaría con usted si lo que quiere decir es que va a trabajar seriamente en el cumplimiento de los acuerdos en la primera parte de los 12 años que obligan constitucionalmente a gobiernos sucesivos. Presidente, ¿se dejará colocar usted en el terreno de alentar acciones, incluido un referendo ya incoado, para modificar elementos sustanciales de los acuerdos del Teatro Colón? ¿Someterá el Gobierno a condiciones imposibles los diálogos con el Eln?
El país que usted recibe se enfrenta a una situación muy difícil en países vecinos, entre ellos Venezuela y Nicaragua. Pero también tiene que lidiar con la agresiva política del presidente Trump, que se guía por la filosofía imperial de “Primero América”. Y lidiar además con la presión muy focalizada de EE. UU. sobre Colombia para seguir con la fracasada política antidrogas que tanto nos cuesta socialmente a nosotros. Presidente, ¿usted será un agente dócil de las lesivas ocurrencias de Donald Trump o se ubicará en la orilla del interés nacional y latinoamericano?
Se oye decir que usted es solo un duque y que detrás de su trono el monarca real será el “presidente eterno”. Yo me resisto a creer eso. Usted podría parecerse, más bien, a sus homólogos de Francia y España, Emmanuel Macron y Pedro Sánchez, respectivamente. El primero es un político joven que se desmarcó de su antecesor y se abrió un camino propio que mantiene, pese a su inexperiencia en política; el segundo, otro joven, ganó la presidencia del gobierno por una oportuna acción política frente a hechos de corrupción que comprometían a su antecesor.
Tome en cuenta, presidente, que hoy, al momento en que usted se está posesionando, habrá marchas en centenares de ciudades aquí y en el exterior por la vida, la paz y la democracia. Inédito. Se movilizarán millones de colombianos y colombianas en todo el mundo por un país con dignidad. El Gobierno puede tener fuerza, pero la tiene también, como nunca antes, la opción alternativa.
¿Por qué no acepta usted, presidente Duque, la propuesta de Gustavo Petro de un acuerdo sobre lo fundamental? Sería un ejercicio muy amplio de entendimiento democrático sobre asuntos centrales que permita que el país sea viable y el conflicto permanente, tramitable sin violencia.
Usted, doctor Iván Duque, es el presidente de todas y todos los colombianos. Espero mucho de su lealtad con el país, siempre es preciso ponerla por encima y más allá de la lealtad con los amigos. Seguiré atento los 100 primeros días para ver el rumbo que toma su gobierno.
Quizá usted nos sorprenda dando pasos en el sentido que el país necesita, vale decir, hacia la paz, la equidad y la transparencia. Sería grandioso, lo contrario sería catastrófico. No creo que usted se resigne a ser la máscara joven del viejo país. Mi saludo, presidente Duque.