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Michael Sandel en Colombia

Mauricio García Villegas
13 de febrero de 2021 - 03:00 a. m.

El nuevo libro de Michael Sandel (The Tiranny of Merit) es una diatriba contra las sociedades actuales y contra el orden moral que las sustenta. Su argumento, lúcido y polémico a la vez, va de la siguiente manera: el ideal meritocrático (cimiento de ese orden moral), según el cual la suerte que corre una persona no depende de su estatus social (apellidos, riqueza, honores, etc.) sino de sus talentos naturales y de su esfuerzo, ha sido incapaz de eliminar, como era su objetivo, el viejo orden social aristocrático de privilegios heredados.

Este fracaso es particularmente claro en la educación: a principios del siglo XX, en los Estados Unidos, solo los alumnos de los colegios de élite llegaban a las mejores universidades. Para acabar con ese odioso sistema, a finales de los años 40 se creó el SAT, un examen para escoger a los mejores aspirantes, acompañado de un sistema de financiación y de becas, de tal manera que los pobres pudieran ingresar a esas universidades. Hubo avances, pero no significativos: hoy, las dos terceras partes de los estudiantes de las mejores universidades del país (Ivy League) vienen del quintil de ingresos superior. En Princeton y Yale hay más estudiantes del 1 % más rico que del 60 % más pobre.

Algo similar pasa en el mercado, en la ciencia y en la administración: los pobres difícilmente llegan a los altos cargos. El eslogan meritocrático, según el cual “si trabajas duro y cumples las reglas del juego, puedes alcanzar todos tus sueños”, terminó siendo una ilusión. No solo eso, fomentó la arrogancia de los triunfadores y el resentimiento de los perdedores, ambas cosas fundadas en la creencia meritocrática de que cada persona tiene la posición social que se merece (el ascenso de Donald Trump al poder, dice Sandel, es una expresión de esas emociones).

Lo cierto es que los méritos no explican el éxito social y mucho menos el fracaso. Los genes y el tipo de hogar en el que se nace cuentan mucho más que el esfuerzo personal. Esta debería ser una cruda lección de humildad para todos los que alcanzan el éxito.

Hay cosas del libro de Sandel que no me convencen: el tono a veces moralista, la confianza excesiva en las virtudes comunitarias, la subestimación de la ciencia y del conocimiento experto y, sobre todo, el olvido de los peligros que entrañan otros sistemas alternativos a la meritocracia.

Colombia ilustra bien esto último. La educación superior privada y de alta calidad, que concentra buena parte de la mejor educación del país, depende del pago de matrículas muy costosas, no de un examen de méritos con ingreso gratuito, como ocurre en Europa, o de un ingreso costoso con un examen de méritos acompañado de un sistema de becas y créditos, como ocurre en los Estados Unidos. En otros ámbitos de la vida social colombiana pasa algo similar: las élites tradicionales se reproducen de manera aristocrática. Hasta aquí, nuestro caso es una versión empeorada de lo que cuenta Sandel. Pero hay algo aún más grave: en Colombia, una sociedad particularmente desigual y jerarquizada, el clientelismo, a veces mezclado con corrupción, ha sido la salida informal que una buena parte de la sociedad ha encontrado para suplir la falta de meritocracia y de movilidad social.

Es cierto, como explica Sandel, que la meritocracia no garantiza la equidad ni la movilidad social. Pero si Sandel viviera en Colombia diría que mucho peor que esa meritocracia imperfecta es nuestra combinación (casi perfecta) de aristocracia y clientelismo.

 

HERNANDO(11264)13 de febrero de 2021 - 06:35 p. m.
Cada vez me desilusiona mas lo babosas sus columnas, como que si como que no, como fajardista
  • Usuario(38499)13 de febrero de 2021 - 08:01 p. m.
    (Lo baboso de sus columnas* o, tal vez, lo babosas que son sus columnas*) Hay que leer, querido camarada Herniado. La babosa es un animal bellísimo. ¿Es usted plebeyo, cliente o pobre?
mario o6(o6m1m)13 de febrero de 2021 - 04:54 p. m.
"...combinación (casi perfecta) de aristocracia y clientelismo..." = Taboada.
Hugo(14000)13 de febrero de 2021 - 04:27 p. m.
La"meritocracia",de por sí difícil de evaluar, no la van a facilitar los que dominan la escena,sino en la medida que satisfagan una especie de cuota que necesitan para manejar sus bienes y su progreso.Pero hay otro gran defecto en la meritocracia misma:¿las personas que no tienen los dones naturales ni la suerte para llegar primero,están condenadas a perder y estar por debajo , por siempre ?
rodrigo(82201)13 de febrero de 2021 - 04:22 p. m.
Claro no convence acá en la educación es uno de los campos donde màs se siente la desigualdad y el autor lo sabe algo dijo en la charla de HAY , una muestra los codirectores del banco central, los viceministerios, es pero una mezcla de perversidad y corrupción rampante del inepto gobernante Duque
Manuel(6280)13 de febrero de 2021 - 03:48 p. m.
El actual ataque a la Meritocracia tiene el fin politiquero de justificar los muchos recientes nombramientos en altos cargo públicos de personajes sin las competencias para desempeñarlos bien, como el de la hija de Alicia Arango en la Junta Directiva del Banco de la República. Ese ataque se basa en el mísero argumento de que cualquiera tiene igual derecho a ocupar cualquier cargo, sin concurso..
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