Micropolítica: tumbos y tinieblas de la vida

Arturo Guerrero
01 de marzo de 2019 - 05:00 a. m.

¿Qué es realmente lo que nos gobierna? ¿Gozamos de libre albedrío o lánguidamente somos dirigidos por un siervo albedrío? El misterio de la libertad no es solamente resorte de la política. Más aún, nuestra autonomía ni siquiera está dictaminada de modo principal por la gran política.

Cuando era estudiante de Derecho en la Javeriana, Fernando Garavito fue llamado a trabajar en El Tiempo por su compañero de clase Luis Carlos Galán. “Y se presentó la primera de mis grandes encrucijadas”, escribió más tarde lamentando su ingreso al periodismo, profesión donde con el seudónimo de Juan Mosca alcanzaría celebridad.  

“¡Si yo hubiera dicho que no, si hubiera seguido escribiendo! –explicó, aludiendo a la literatura- Pero no… El periodismo abrió sus fauces y me devoró y me trituró para siempre”.

En 2006, a sus 62 años, cuatro antes de su muerte accidental en Estados Unidos donde vivía, apuntó con nostalgia y premonición: “Estoy cansado y sé que ya no me queda mucho tiempo. Miro entonces lo que ha sido mi vida y sus encrucijadas, y compruebo que he ido dando tumbos por ahí, sin un norte preciso”.

Concluyó clavando picas precisamente sobre el enigma de la libertad: “Si tuviera la lucidez suficiente para volver al comienzo, tal vez sabría en qué momento una de esas encrucijadas, en la que escogí mal, cambió para siempre el curso de mi vida”.

Garavito, de hecho, adelantó una obra poética notable, paralela al fragor de las espadas que quebró en sus columnas de prensa precisamente contra la política y los políticos. Pero la lucidez con que soñó, tal vez no fuera el instrumento apropiado para desentrañar los tumbos de su vida.

En efecto, hay dos luminarias de la inteligencia mundial que apuntan en otra dirección. Son faros prominentes de la ciencia y del arte. Sin embargo ambos les hacen reverencia menos al intelecto y a la voluntad, y más a las sombras en que tantean las decisiones humanas.

Albert Einstein, en un trueque de palabras, pronuncia una sentencia conminatoria que hay que leer varias veces: “El hombre puede hacer lo que quiere hacer, pero no puede determinar lo que quiere o no quiere”.

Nos enorgullecemos, en efecto, de llevar a cabo nuestros anhelos y ambiciones. Inflamos el pecho marcando los logros tal y como estaban programados. Solo que nunca averiguamos quién nos plantó tales deseos, por qué escogimos al camino A en lugar del B. ¿Acaso no habrá un secreto titiritero moviendo los hilos de nuestro orgullo?

Torciendo la mirada hacia diferente ángulo aparece el otro sabio, Wolfgang Goethe escritor y hombre universal, con una vislumbre sobre estos interrogantes. A pesar de haber vivido un siglo antes que el creador del sicoanálisis, mencionó una facultad vuelta célebre por Sigmund Freud.

“El inconsciente es la raíz del ser humano –anotó el autor de Fausto. El hombre no puede permanecer mucho tiempo en el estado consciente; debe resumergirse en el inconsciente, porque allí vive la raíz de su ser”.

Los tumbos y encrucijadas de la vida pertenecen, así, a la micropolítica del individuo. Y esta se juega entre tinieblas.

arturoguerreror@gmail.com

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