El 25 de noviembre murió Maradona, en Argentina. Cuando se reunieron sus fanáticos, las medidas de distanciamiento físico y el uso de tapabocas fueron escasos. Se temía que, en los 14 días siguientes, se presentara un aumento de casos de coronavirus.
En Argentina el pico de contagios se produjo el 22 de octubre, con 14.941 afectados. A partir de esa fecha comenzó una disminución acelerada: el 28 de noviembre llegaron a 6.741, el 12 de diciembre la cifra era de 4.967 diarios y el 28 de noviembre se presentó un aumento de 500 casos, que se redujo al día siguiente. No se cumplió el temido efecto. Varias hipótesis se pueden plantear. El mayor riesgo de contagio se produce en lugares cerrados, como en los almacenes con el día sin IVA. En Argentina los fanáticos en las calles y plazas no respetaron las medidas de bioseguridad, aunque en la Casa Rosada hubo un cierto control. Otra teoría es que murió un dios —en realidad no murió, pues los dioses no mueren— e hizo el milagro de no agudizar la pandemia. Esta hipótesis requiere un mayor análisis, con la participación de teólogos y epidemiólogos.
Las medidas de autocuidado y restricción de las aglomeraciones tienen efectos positivos. Suecia, en donde el gobierno no ha tomado medidas para evitar concentraciones en recintos cerrados, tiene hoy 5.883 casos diarios, lo que equivale a 569 por millón de habitantes; el número de muertes asciende a 7.514, que representan 727 por millón. En Noruega, que desde el inicio adoptó medidas de bioseguridad, el número de muertes ha llegado a 387; por población, son 72,1 por millón, diez veces menos que en Suecia.
Corea del Sur muestra un control acertado de la pandemia, ya que el número total de contagios es 826 por millón de habitantes y el número de fallecidos llega a 11,2 por millón. En comparación, las cifras en Colombia hoy son: 28.689 contagios por millón de habitantes y 787 muertos por millón. La estrategia del distanciamiento físico, uso de tapabocas y gafas como protección adicional ha dado sus frutos. La pandemia en Corea del Sur se aceleró en una iglesia en la cual una feligresa con COVID-19 contagió a parte de los asistentes. Es mejor orar y rendir culto en lugares abiertos.
Los mayores de 70 años son vulnerables por los riesgos de la edad y la mayor probabilidad de letalidad. En 2019, sin pandemia, el 54 % de muertes fueron de mayores de 70 años y solo representan el 5,5 % de la población. Las estadísticas del COVID-19 en nuestro país pueden resumirse así: la tasa de letalidad es del 2,73 %, esta alcanza el 7,75 % entre 61-69 años y el 16,7 % en el rango de 70- 79 años. En el grupo de edad de 30-39 la letalidad es mucho menor: 0,316 %. El 77 % de las muertes y el 14,6 % de los contagios por coronavirus se han producido en los mayores de 60 años. Es obvia la necesidad de extremar las medidas de precaución.
Los movimientos que se oponen a la ciencia han intensificado su campaña contra las vacunas, además de los argumentos religiosos de algunas iglesias cristianas que exageran los efectos secundarios. Es casi imposible encontrar un procedimiento médico o una medicina que no tenga efectos secundarios, algunos catastróficos. Una subjetiva evaluación probabilística muestra que si los efectos catastróficos secundarios de la vacuna son inferiores al 6 %, los mayores no debemos dudar en vacunarnos.