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Militantes y manifestantes

Pascual Gaviria
17 de diciembre de 2008 - 02:46 a. m.

LOS PERIÓDICOS EUROPEOS HAN comenzado a hacer sus diagnósticos sobre la furia desencantada de los jóvenes griegos y las posibilidades de contagio del bochinche de incendios y piedra.

Grupos de apoyo alemanes tienen contacto con los líderes anarquistas griegos. Jóvenes catalanes han mostrado el camino para la irritación y la estética de los movimientos antisistema. Los estudiantes italianos dieron un gran ejemplo en 2001 en Génova con su acogida de fuego a la cumbre del G-8. La prensa dibuja el oscuro escenario de los jóvenes europeos en tres líneas muy claras: “Tampoco nos resultan ajenas las reacciones ante la ausencia de futuro para nuestros jóvenes, ante la crisis económica generalizada, ante la creciente exclusión social o ante la falta de vitalidad de nuestras instituciones educativas. Todas estas cuestiones forman parte del signo común de los tiempos y de los países en que vivimos”.

La frase podría estar en las primeras páginas de los diarios de las grandes capitales latinoamericanas. Resulta curioso que los jóvenes de Europa y América, tan lejos, tan cerca, compartan las mismas nubes con respecto a su futuro. Con la simple diferencia de unos euros de más o de menos en la perspectiva del primer empleo. Pero la verdad parece distinta a la hora de las relaciones con el Estado y los berrinches contra el poder.

Aparte de las pintorescas movilizaciones zapatistas lideradas por un encapuchado a caballo, tan parecidas a un viejo cómic, las recientes manifestaciones en América Latina muestran a una juventud más embelesada que hastiada con el poder. En Argentina los piqueteros profesionales tienen una importante fuente de reclutamiento en las barriadas de Buenos Aires. Muchos jóvenes alientan a la señora K con los mismos estribillos que gastan en las canchas los domingos. En Venezuela, el famoso “Uh, ah, Chávez no se va” también tiene hinchada entre jóvenes rojos rojitos que están conociendo la chequera del Estado con las misiones y les encanta un presidente que se viste con los emblemas de la revolución. Sin desconocer que las universidades han sido en los últimos tiempos un importante fortín antichavista. En Bolivia, los cocaleros aymaras que eran insignia en las manifestaciones estudiantiles desde Barcelona hasta La Paz, ahora defienden su poder hombro a hombro, barricada a barricada, en las carreteras del país. En Brasil, el movimiento de los Sin Tierra, con banderas y caminantes en las universidades, apoyó la reelección de Lula en 2005. En 2007 tuvieron un distanciamiento, pero las manifestaciones contra Lula son todavía carnavales anémicos en Río y en Sao Paulo. De nuestras marchas no hablemos. Las Farc y los paramilitares no dejan mucho espacio para caminatas distintas a las de camisa blanca amenizadas por el “A Dios le pido” de Juanes.

En América Latina no parece cierta la sentencia del rector de la Universidad de Atenas frente a los disturbios de los últimos días: “No ahora, sino hace al menos dos años, dije a todo el que quisiera oírme que hay un divorcio absoluto entre la juventud y el sistema, pero nadie me hizo caso. Los programas políticos los han olvidado…”. Entre nosotros parece que los políticos han logrado, para bien o para mal, acercar a los jóvenes a los combates de la política y a los espejismos de la demagogia. Hemos cambiado los manifestantes por los militantes.

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