Macrolingotes

Misiones en el Vaticano

Óscar Alarcón
26 de diciembre de 2017 - 03:00 a. m.

Con la muerte de Guillermo León Escobar son tres nuestros embajadores que han muerto desempeñado esas funciones en el Vaticano. Antes lo fueron José Vicente Concha y Enrique Olaya Herrera, ambos designados luego de ser presidentes de la República. Otro exmandatario que ocupó esa sede diplomática, pero que gozó de buena salud, fue el maestro Darío Echandía. Fue designado allí en tres oportunidades: 1937, 1960 y 1971. Carlos Arango Vélez también se desempeñó el cargo en dos oportunidades: 1944 y 1957. No fue presidente de la República, pero sí candidato en 1942. Durante su estadía en el Vaticano trabajó con él Misael Pastrana Borrero, quien sería presidente en 1970. El 9 de octubre de 1958 falleció el papa Pio XII, estando Arango Vélez de embajador, quien, por el contrario, estaba muy bien de salud.

Al maestro Echandía se le designó varias veces con el propósito de modificar el Concordato que se había suscrito con la Santa Sede en el gobierno de Rafael Núñez y que lo firmó Joaquín F. Vélez, quien no fue presidente, pero sí candidato en las controvertidas elecciones de 1904 cuando “ganó” (entre comillas) el general Rafael Reyes. El maestro logró suscribir el convenio Echandia-Maglione el 22 de abril de 1942, pero este no entró en vigencia por falta del canje de notas de ratificación.

El espíritu liberal de Virgilio Barco lo llevó a designar como su embajador en el Vaticano al maestro Fernando Hinestrosa, rector de la universidad radical del Externado para hacer un nuevo Concordato (a pesar de que el de Núñez ya se había modificado), pero se pasó el tiempo, piano, piano, y la santa no cedió.

Guillermo León Escobar, nuestro tercer embajador fallecido recientemente en el Vaticano, fue designado con una misión distinta que no tuvo nada que ver con el Concordato. La cumplió a cabalidad: la visita a Colombia del papa Francisco y su apoyo al proceso de paz. Que descanse en paz. El Gobierno y el país se lo agradecen, a pesar de que el Sumo Pontífice regresó a Roma con el ojo colombino.

 

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