Muere sabio Kogui

Alberto López de Mesa
10 de abril de 2019 - 04:13 p. m.

En campaña por la presidencia vimos al, entonces, candidato Iván Duque disfrazado con pectoral y balaca de plumas cuando visitó a los Ticunas en Leticia, en Uribia (Guajira) se integró a la chichamaya con collar de corales y mochila Wayú, prometiendo a unos y otros que su gobierno garantizaría atención integral a las comunidades, que se comprometía con la restitución y protección de sus territorios, con esto y estotro y bla, bla, bla, Típica demagogia para el proselitismo obsceno que actúan los politiqueros en las comunidades vulnerables en pos de hacerlas instrumentos de su ambición política.

Porque, desde antes, se advertía que el Plan de Desarrollo del presidente Duque favorecería la explotación minero energética de territorios de protección, no obstante las demandas y la oposición mayoritaria de poblaciones y comunidades indígenas afectadas.

En Colombia, las seculares familias latifundistas, las castas gobernantes, han despojado, profanado y usurpado los territorios indígenas, desde la colonia como encomenderos, luego como criollos hacendados, gamonales e igual los actuales terratenientes. Por lo mismo, la discriminación y el racismo se reproduce desde instancias del poder hasta en la conciencia colectiva. Ni en nuestro sistema educativo, menos en la conciencia del común, se valora el saber ancestral de los indígenas. El colombiano promedio, aún los de mayor nivel educativo, asume el conocimiento indígena de astronomía, medicina, biología, democracia. Se nos enseñó a discriminar a los indios y tal soberbia nos vedó la opción de aprender de una conciencia, tal vez, más pertinente que la occidetalizada para la protección de la vida y de “ la semilla humana.”

Reflexiono sobre esto, porque el pasado 8 de abril, los pueblos Koguis, Wiwas, Arhuacos y Kankuamos, expresaron colectivo y público duelo por el fallecimiento, a la edad de 100 años, del Mamo Jefe Jacinto Zarabata. Jóvenes y ancianos nativos de la Sierra Nevada de Santa Marta reconocían al difunto, no solo como líder espiritual y político, sino como un sabio.

Supe de su compromiso con la integración y hermandad de las etnias cuando creó la Organización Gonawindua Tayrona, también de su memorable encuentro con el Dalai Lama por el cuidado de “La Semilla Humana”.

El día de su muerte recibí un texto del antropólogo representante del gobierno para asuntos indígenas en la Sierra y lo público aquí porque expresa el sentir que inspiraba el venerable Kogui.

MAMA JACINTO ZARABATA. IN MEMORIAM

Julio Marino Barragán

Agosto de 1997; después de dos días de intensa caminata desde Mingueo (Dibulla, La Guajira) y enchumbado después de intensos aguaceros y cruces de los ríos Garavito y San Miguel, en medio de un bellísimo atardecer, aparece, después de superar

engarrotado una impresionante escalera de piedra, el ezwama de Seyzhwa. Uno de los principales poblados donde se forman los futuros Mama del pueblo kággaba (kogui), poblado que está al cuidado de Mama Jacinto Zarabata, Mama Jefe. Ahí hace apenas tres días murió Mama Jacinto.

Ese agosto al llegar al poderoso Seyzhwa, quien me recibió fue justo él: -Por fin llegaste a donde Mama Jefe- me saludo a voz en cuello y con los brazos abiertos. Me alojó en su nujwé personal y durante una intensa semana fui su anfitrión. Me levantaba antes de que saliera el sol y nos sentábamos en uno de los tantos sitios sagrados cercanos al poblado hasta pasado el mediodía. Todas las mañanas, un cóndor que vivía más abajo del caserío sagrado, subía, daba vueltas encima de nosotros por varios minutos y seguía su camino hacia los paramos donde nace el río San Miguel. Ese es Mama Wichizhi, es el jefe de esta cuenca, él siempre sale temprano para ver qué estamos haciendo, si el trabajo espiritual está bien hecho, revisa y sube a los páramos. En la tarde regresaba la enorme ave, pero ya estábamos en el nujwé, conversando, pero Mama Jacinto me hacía salir para verla regresar del páramo y el cóndor viera que habíamos terminado el trabajo de ese día.

Y así con él fui por primera vez a Surivaka, uno de los caminos más ilustrativos para aprender. Lo poco que sé, en buena medida lo aprendí de Mama Jacinto, largas conversaciones en Nuvizhaka, visitas a su finca Guacamaya, trasnochos en Bongá y caminatas al otro lado de la Sierra. En medio de esas, cierto día nos dijo: “tu mujer está medio embarazada”. A los pocos días el examen lo corroboró y ahí empezó su trabajo para con quien sería mi última hija, a la que él llamaba su hija y en medio de carcajadas me decía, esa no es hija tuya, es mía!!!!!!.

Hace casi un año lo vi por última vez en casa indígena de Santa Marta, con el eterno humor con que siempre nos saludábamos, pero ya con el cuerpo cansado. Me dijo que ya se quería ir para su casa. Como siempre, nos mamamos gallo y con un clásico abrazo e intercambio de ayo, nos despedimos. Esta vez no le prometí subir a verlo, sentía que ya nos estábamos diciendo adiós. Solo queda decirle gracias por tanto, el Mama que tuvo por tarea construir puentes entre pueblos y culturas diferentes, ya se fue, ya nos deja huérfanos, al menos así está mi corazón desde hoy.

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