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Mujeres del año

Pascual Gaviria
30 de diciembre de 2009 - 02:18 a. m.

ME PERDONARÁN POR LA INEVITABLE lista de fin de año. Un truco barato que hace su agosto en las páginas de los diarios de diciembre con la intención de vencer la desmemoria. Una especie de crucigrama en prosa para ir llenando con recuerdos propios mientras se lee. Habrá tragedias de sangre, colmillos de coyotes, baladas sorprendentes y aventuras marinas.

La primera tiene un nombre de cuatro letras que en persa significa voz. Fue elegida personaje del año por el diario británico The Times. No era una ferviente militante política ni una activista dispuesta a la huelga de hambre o algún otro martirio. Sólo decidió acompañar, desde prudente distancia, una de las manifestaciones contra el gobierno iraní luego de las elecciones presidenciales. Su gesta no duró más de un minuto frente al ojo impúdico de un teléfono celular. Está agonizando en la calle, de cara al cielo, mientras un hombre intenta auxiliarla con las palabras que se le dirían a un niño en medio de un tumulto: “No temas, no temas, no temas”. Sus precarios biógrafos dicen que tocaba piano y cantaba. Ahora un aura verde adorna sus fotos en las manifestaciones contra el régimen de Ahmadineyad. Neda Agha-Soltan.

Ser el hijo de una mecanógrafa y un bombero encarna una extraña paradoja, una disyuntiva entre el tedio eterno frente al teclado o las apoteosis del fuego, el llamado a realizar alguna proeza. Todo apuntaba a que la última hija de una familia numerosa de Escocia sería una olvidada voluntaria de iglesia. Adornar las bancas con cintas para la ocasión, arreglar los grandes floreros del altar, ocultarse en la multitud de un coro para cantar sin ser escuchada. La falta de oxígeno al momento de nacer y los problemas de aprendizaje garantizaban la tranquilidad del anonimato. Su facha de monja en la civil aplacaba hasta las burlas. Pero un programa concurso es también una lotería y una canción de Los Miserables —I Dreamed a Dream— puede ser una balota irresistible. Su pobre gato aún no sabe que vive con una celebridad mundial. Su número telefónico debió ser borrado del directorio y hace unos meses rechazó una invitación de Barack Obama. En la Casa Blanca no se resignan: ahora está invitada a amenizar el cumpleaños de Michelle. Susan Boyle.

Es extraño que una música joven y exitosa, lista a descollar en los rankings y en las revistas, tenga hábitos cercanos a los de los ascetas y los solitarios. Luego de una nominación como mejor músico joven del año, la chica decide irse a caminar a las montañas del parque natural de Cabo Bretón en Canadá. Unos días antes su diario de montañista hablaba de la soledad del bosque y el inspirado temor que puede producir. También había respondido un cuestionario a una revista de adolescentes: “Pensamiento del día. Un día voy a construir una casa en las montañas”. Dos coyotes hicieron de su historia una cruenta fábula infantil. La atacaron y sólo pudo defenderse con sus gritos. Solo faltó la nieve en esa escena para un cuento de terror un 28 de octubre. Taylor Mitchell.

Puso en aprietos a un país europeo que suele agitar con orgullo la bandera de la autonomía personal. Así habló en una de sus cartas a su padre: “Voy en busca de mi libertad. No quiero saber nada más de Holanda y no pienso volver nunca”. Intentaba dar la vuelta al mundo, sola, en su velero, con apenas 13 años de edad. Un capricho y una hazaña al mismo tiempo. Los jueces, peces negros con una lengüeta blanca bajo la boca, lo han impedido. Dicen que debe hacer sus tareas. Pero ella nació en un velero, cerca de las costas de Nueva Zelanda, y odia a su profesora de geografía. Que alguien la saque de la pecera. Laura Dekker.

 

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