Mujerismo

Alberto López de Mesa
30 de enero de 2019 - 04:46 p. m.

En entrevista con la W radio Patricia Casas, exesposa del concejal y ahora candidato a la alcaldía de Bogotá Hollman Morris, declaró que durante veinte años de matrimonio fue víctima de maltrato psicológico por parte de su marido, que le soportó sus infidelidades y sus adicciones y que ahora, por incumplir con las cuotas de manutención, los hijos pasan hambre. El tono sensacionalista de las declaraciones lo aprovechó la periodista Vicky Dávila y el programa tuvo un rating altísimo. Enseguida, en las redes sociales abundaron las manifestaciones de solidaridad con la pobre mujer y particularmente las feministas despotricaron del concejal, exigiéndole, incluso, que desistiera de la candidatura y de toda actividad política. El suceso me lleva a recordar el talante de las mujeres significativas en mi vida, de las cuales, ahora que lo pienso, ninguna tuvo mentalidad feminista.

Por mi precoz orfandad tuve la suerte de ser criado por una abuela y seis tías, todas mujeres tesoneras que con justos consejos, asertivas increpaciones y su buen ejemplo me inculcaron los valores que fundamentan mi ser. Ellas representan, para mi, el arquetipo de la mujer íntegra y autónoma. Siempre las vi obstinadas en cualificarse para así posicionarse laboral y socialmente con idoneidad y la que, por condiciones de su generación, asumió el rol de ama de casa lo hizo con altivez, a la par con su marido, porque todas aprendieron de su madre, mi abuela, el concepto de familia liberal, donde se exalta la figura del padre sin que ello implique dependencia, al contrario, en sus respectivos hogares el liderazgo de ellas, en casi todos los aspectos de la práctica familiar, es preponderante.

No dudo que la conciencia de género y la autoestima que demuestran las mujeres de mi familia sea consecuencia de las reivindicaciones y los derechos conquistados, a través de la historia, por las lideresas del feminismo mundial, pero dudo que mis tías sepan que en el siglo de las luces, la parisina Olympe de Gouges autora de “Los Derechos universales de la mujer y el ciudadano” fue guillotinada por enfrentar el absolutismo, o que la norteamericana Lucretia Mott, como activista y como pensadora, internacionalizó las luchas por los derechos de las mujeres, que Flora Tristán posicionó el feminismo socialista, que Simón de Beauvoir inauguró las revoluciones de género con su libro “El segundo sexo”, y que las manifestaciones y los conceptos de Betty Friedam han sido un aporte fundamental para que muchos países del mundo adopten políticas de género. No, ni mis tías ni la siguiente generación de mujeres en la familia han necesitado de diatribas feministas, desde jóvenes son naturalmente coquetas, vanidosas, por caribeñas son fiesteras y acogen los piropos sin recelo, nunca se les oyen arengas de ideología de género, ni siquiera a las que les ha tocado separarse porque su parejo no les dió la talla en los pactos afectivos ni en las responsabilidades de la casa. A las separadas de mi familia no les cabe la malintencionada expresión popular “fracasadas”, porque, con valentía, igual que muchas otras colombianas, se han asumido como madres cabeza de familia y hoy en día se enorgullecen de que, gracias a su pujanza, sus hijos sean profesionales exitosos y en su hogar reine el optimismo y el espíritu de progreso.

En las distintas etapas de mi vida hubo mujeres influenciando mi espíritu, inolvidables maestras, amigas, compañeras, jefes; acaso el paradigma de mujer ecuánime lo distingo en mi exesposa, madre de mis hijos, que procedió a la separación de modo aleccionante para mi, debería decir terapéutico, por su magnanimidad no necesitamos de abogados para los acuerdos legales y hoy en día tenemos una relación afectuosa.

Los movimientos feministas, en buena hora, han luchado contra las inequidades y la vulnerabilidad que padece la mujer en el mundo machista: evidenciaron las dificultades para la generación de ingresos y el acceso a empleos decentes, la baja y discriminada participación en política, los altos niveles de violencia basadas en género, problemas para el acceso a la salud sexual y reproductiva. Pero como toda conciencia humanista cuando se vuelve ideología y se asume con fanatismo termina siendo otra forma de totalitarismo, de hecho, algunas feministas hacen imputaciones contra el galanteo y los piropos tan inherentes a las salutaciones y los cortejos. Acusan de acoso sexual expresiones naturales en el coqueteo amoroso. Pretenden transformar reglas gramaticales con el argumento de que en el mismo idioma ya hay posturas sexistas y discriminación de género (exigen que se diga “la presidenta y no la presidente”).

Las grandes conquistas de la mujer: la no división sexual del trabajo, el acceso a la educación, el derecho a elegir y ser elegidas, la superación de estereotipos y categorías culturales discriminatorias y opresoras, entre otros logros políticos y culturales que han hecho la vida en sociedad más justa, por todo ello me declaro partidario del mujerismo.

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