Multitud clamante

Alberto López de Mesa
27 de noviembre de 2019 - 09:23 p. m.

Decepcionante la imagen del Paro del 21 de noviembre que presenta en su carátula la revista SEMANA. El color de las letras, la fotografía elegida, la diagramación de vulgar amarillismo, un diseño editorial que pretende mostrar los disturbios como lo destacable de la manifestación cívica mas significativa y trascendental de los últimos tiempos en Colombia. Decepcionante que la revista emblemática del periodismo colombiano se haga la de la vista gorda ante las imágenes tan reveladoras que se vieron en las marchas de todo el país: gentes de distintas condiciones sociales, de diferentes géneros, razas y generaciones, marchando, unos bajo la lluvia, otros a pleno sol, cantando reclamos al gobierno, protestando con títeres, con danzas, con pantomimas, señoras que increpaban a los violentos, miles de ciudadanos exigentes pero alegres como si estuviéramos oficiando el ritual para asegurarnos un futuro promisorio. La fiesta de cacerolazos que se cumplió por las noches, igual en barrios del estrato uno como del cinco, fue una manifestación inédita, por memorable será legendaria. Ciertamente al remate de las marchas hubo vándalos, hechos de violencia cumplidos por encapuchados y por el ESMAD, previsibles, siempre los ha habido y peores que en esta ocasión. También, como siempre, se infiltraron beligerantes profesionales en violentar y dañar bienes públicos, también se rumora que la policía propició hechos mete miedo, contratando delincuentes que intentaron o amenazaron con entrar a conjuntos residenciales, no tengo pruebas de ello ni me ocuparé en hablar aquí de eso, porque aún así, los disturbios inducidos y los espontáneos no fueron superiores al clamor multitudinario, pacífico y festivo. La carátula de la revista SEMANA nos avisa que el Establecimiento no validará el significado para la democracia de la Multitud clamante, así como tampoco antes acogieron los resultados de las Consultas, en las que mayoritariamente las comunidades se opusieron a la megaminería, así como tampoco ha implementado programas integrales que detengan la violencia en las regiones cocaleras, pese a las tantas manifestaciones de dolor por el asesinato de indígenas, de lideresas y líderes sociales. Para atender en profundidad el multitudinario clamor que cumplimos el día del Paro, haría falta un mandatario humanista, ecuánime como en los mitos de gobernantes magnánimos, y nuestro presidente pelele de eso no tiene ni poquito, él seguirá atendiendo las indicaciones que, cual órdenes de consuetas, le llegan desde el Centro Democrático, su partido político, integrado por ufanos de un derechismo balurdo y mediocre; el seguirá obedeciendo los delirios patológicos de su mentor, Álvaro Uribe. Ya sabemos que el presidente Iván Duque cumplirá encuentros y prometerá babosadas de torpe demagogia, mientras tanto los dictámenes neoliberales y los intereses de los magnates de la banca y de los monopolios industriales serán satisfechos con las reformas mañosas que ya vienen andando. La trascendentalidad de las marchas y los cacerolazos no dependerá de los acuerdos paliativos ni las promesa dilatorias que hará el gobierno en la “Conversación Nacional” con los promotores del Paro. En realidad fue tan plural la participación en el paro y tan diversas las protestas que las soluciones exigen transformaciones estructurales en las políticas de gobierno. El magno significado de las Marchas está en el encuentro que se dio en las calles: encuentro de individualidades comulgando en anhelos, pasiones, frustraciones, esperanzas, encuentro de clamores, inefables, porque hace años que han estado en el inconsciente colectivo y ese 21 de noviembre, a la sazón del paro y de la protesta, afloraron para sublimarnááos en una Multitud consciente, pensante y creativa, cuyo reclamo era polivalente, justamente anárquico porque no hubo líderes ni ideologías partidistas. Lo que se dio fue una conjunción de espíritus y criterios para exigir a ésqte y a los futuros gobiernos que sea efectiva nuestra Participación en la planeación y en la construcción del devenir de la patria. En coro multitudinario nos dijimos y le dijimos al gobierno que de aquí en adelante seremos Multitud, sujeto colectivo con criterio propositivo. Ya está visto que los Medios de Comunicación, propiedad de las castas dominantes, no contribuirán en informar, menos en formar, sobre las implicaciones políticas y culturales del modo inteligente en que la Multitud protestó, lo que sigue, para que los reclamos puedan ser de alguna manera vinculantes, es que se sume la presión política de congresistas, alcaldes, y ediles comprometidos con las Marchas, también es determinante que se mantenga la cohesión comunal, para superar la falencia de la democracia evidenciada en el hecho de que los gobernantes, una vez elegidos se deslindan de las mayorías que los eligen, olvidan las necesidades del pueblo y proceden como si naturalmente estuvieran investidos del poder. Entonces se precisa que la población deje de ser un ente abstracto y devenga en Multitud con rostro y espíritu colectivo. En las manifestaciones del 21 de noviembre, de modo tácito, los marchantes reconocimos que el Estado somos todos y que la Multitud participativa es garantía para la equidad, la justicia social, la vida digna, próspera y feliz.

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