Nacionalismos y amargura: los cuentos de Lu Xun

Santiago Villa
06 de marzo de 2018 - 04:00 a. m.

Quienes no los han leído sienten que los han leído. Esta es la tragedia de los poetas que perviven, que significan más allá de la relación entre un lector individual y el texto, para formar parte de la trivial colección de caricaturas y postales que llamamos la "identidad nacional". Su obra, cercenada en íconos públicos —y en el peor de los casos, políticos—, queda desprovista de electricidad literaria; es turismo o panfleto.

Un joven con una calavera en la mano lanza su afectada pregunta: "¿Ser o no ser?". Un viejo sobre un caballo todavía más escuálido que él arremete contra un molino de viento. Un pueblo del Caribe se llena de mariposas amarillas. Un arponero cojo desafía a una ballena blanca. Y periodistas perezosos manosean a Dante para describir las tragedias, como si la realidad palpable, única e irrepetible, se quedara corta ante sus ojos y debieran acudir a la generalidad para abarcarla. La ironía de que la literatura sea cómplice de la pobreza lingüística. 

En China los personajes de Lu Xun se usan para denotar comportamientos cotidianos. "Ah-Q" se les llama a las personas que practican la paradoja de las uvas amargas —las que demeritan aquello que desean porque no pueden alcanzarlo—. A la que le acontecen muchas tragedias, se le llama una "Xianglin".

Pero la cosa va más lejos. En Beijing se construyó para las Olimpiadas de 2008 un parque temático de Lu Xun, donde los visitantes podían pasearse y tomarse fotos con actores que representaban a los personajes más famosos de sus relatos. La comercialización del gigante literario se celebra bajo la mirada benevolente del Partido Comunista, que aplaude todo lo que diluya narrativas encontradas en la narrativa única del nacionalismo. 

En el caso de Lu Xun, la verdad es que él mismo se lo buscó. Afectado por ese sentido de superioridad —a lo mejor justificado— de los médicos, el escritor dejó sus estudios cuando ya hacía prácticas para caer en la trampa de pensar que la literatura es el anticuerpo que combate los virus sociales. Que cada cuento aplicado como un bálsamo cerraría las heridas de la historia, la tradición, los males que legó el abominable Confucio. Tuvo, además, la buena suerte de morir en 1936, de manera que quedó a salvo de los horrores políticos que habrían de quebrar a los escritores de su generación: Mao, el principal entre ellos. Entre los horrores, claro está.

El Gran Timonel incluso le otorgó el amargo privilegio de ser el escritor cabecilla del Estado Comunista. Lu Xun el cuentista. Mao Zedong el poeta. Alfa y Omega de la literatura china durante la Revolución Cultural.

Así que me introduzco a sus cuentos predispuesto a ver lo que Lu Xun dijo que debía buscarse: la crítica de los valores heredados, la renovación de la literatura china mediante un regreso a lo cotidiano, la denuncia de los vicios nacionales. En fin, voluntad reformista. Virtudes. Un camino. Y los cuentos que mejor lo ejemplifican son, precisamente, los más secos. "Diario de un loco", "La historia verdadera de Ah-Q", "Un incidente menor", "Cabello" y en general casi todas las historias de su primer libro de cuentos, llamado precisamente Grito de protesta (o Grito de llamada), como toda literatura que se pretende revolucionaria o didáctica, cansan. 

Un amigo me dijo que Lu Xun ya no se enseña en las escuelas chinas. A ojos del gobierno de Xi Jinping, promotor de una puritana y sentimental educación patriótica —Zhongguo meng, El Sueño Chino—, Lu Xun es demasiado pesimista. En un principio pensé que era una pena. Otra manifestación de la estrechez mental del neocomunismo capitalista chino. Pero más tarde reconocí que era mejor así. La pedagogía es el cementerio de la literatura.

Lo mejor de los cuentos de Lu Xun se halla en el segundo libro, Vagabundeos, quizás demasiado sutil y oscuro para jóvenes de secundaria. Aunque algunas historias de Antiguos relatos vueltos a contar, el tercero y el menos apreciado entre los escolásticos chinos —no obstante ser exquisito—, no estaría mal para sobrevivir la abulia de un salón de clase.

¿Entonces qué es lo mejor de Lu Xun? Como ejemplos van dos imágenes y un tema.

Un leve deslizamiento de nieve desde la rama de un árbol cercano interrumpe la charla de dos conocidos que se reencuentran en una taberna, y ambos miran por la ventana para verla caer al suelo. "En la taberna".

La lucha a mordiscos de dos cabezas en un caldero con agua hirviendo. "La forja de las espadas".

La incoherencia que dinamita, siempre a pesar nuestro y con extrema crueldad, los fundamentos del amor. "Lamento por el pasado".

Aquí hay unos pocos en traducción al español, y acá hay una buena selección de relatos traducidos al inglés, en la que se hallan todos los cuentos que he comentado en esta columna, salvo "Cabello".

Twitter: @santiagovillach

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