Nada que puede

Hernán Peláez Restrepo
18 de septiembre de 2017 - 02:00 a. m.

Jugando mal se puede ganar en el fútbol, y está requetecomprobado. Para la muestra la actuación de Nacional en su victoria de último minuto sobre Millonarios. De ahí que el mismo Juan Manuel Lillo lo haya reconocido, aunque el regocijo por los puntos lo tranquilice.

Jugando bien se puede estar más cerca del triunfo, aunque no siempre es regla exacta. Eso lo vivió y sufrió Millonarios en carne propia. Durante 93 minutos y pico ofreció buena producción, estando dos veces por encima en el marcador: 1-0 gracias a un soberbio gol de Núñez y 2-1 tras una buena acción colectiva de Mosquera y Del Valle. Inclusive estuvo a punto de llegar al 3-1 por un remate de Silva, devuelto por la base del poste izquierdo de Armani.

Causas

Interesante resultará buscar las causas en uno y otro sobre su actuación. Es evidente que la forma presente de jugar de Nacional riñe con la costumbre instalada en sus seguidores. Extraño ver a Armani oficiando como arquero libero, sin serlo o saberlo. Es probable que Lillo quiera disponer de un equipo más corto, más agrupado. No parece haber encontrado un lateral izquierdo desde la salida de Farid Díaz, capaz de integrarse al ataque, y se nota incómodo a Dayro Moreno, viéndose aislado de volantes y obligado a picar cada vez que sale un pelotazo desde el fondo. Por eso en la inicial lo pillaron en tres posiciones fuera de juego.

Sin embargo, lo que resultaba más curioso es ver cómo en la zona de volantes no se ejerce control de juego ni se desarrolla un trabajo claro.

Lo que sí me pareció rescatable fue la presencia de Andrés Rentería, quien con su ubicación fortaleció más el trabajo colectivo y ofreció respiro a Dayro. Lillo tiene por delante una tarea brava, de proselitismo táctico y futbolístico para convencer a los hinchas.

Millos, por su lado, mostró una faceta alegre y rápida en el accionar. Probablemente demasiado rápida. La pausa no está en la piel del equipo y a ratos, como ocurrió en el cierre del partido, se aprecia un afán por sostener trepidante ritmo de juego. Algunos, como Aponza o Valencia, parecen no contar con suficiente ilustración o capacidad para el rol que deben asumir en determinados momentos del partido.

Cierto es que perdió y, por lo menos en resultados, los últimos siete partidos han sido un dolor de cabeza contra el Nacional. Pero si de consuelo sirve (lo único real son los puntos), Millos jugó con ganas y orden y mereció mejor suerte. Los sabios dicen, y es válido, que “los triunfos se consiguen, no se merecen”.

 

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