A nadie le conviene la caída de un canal

Columnista invitado EE
03 de febrero de 2018 - 02:00 a. m.

Por Adriana Romero Henríquez

Cada mañana cuando me despierto y pongo una de las tantas emisoras radiales que escucho a esas horas de la madrugada, se me pone la piel de gallina cuando coincido con el dial de la W y el momento de anunciar los ratings de los programas de la televisión nacional. Me sorprende la manera como al director de ese espacio, pareciera que se le llena la boca de gusto anunciando cómo RCN cada vez está peor y que ninguno de sus programas ha logrado conquistar de nuevo al público. El consabido periodista parece que disfrutara con el hecho de que RCN se encuentre en esta difícil situación, y luego con otros de sus colegas, se concentran en hacer todo suerte de bromas sobre el asunto pronosticando que el fin parece estar muy cerca. Y entonces me pregunto, yo que trabajo en el medio de la televisión y que pertenezco a una familia que ha sido parte de él desde las últimas tres generaciones, ¿a quién le conviene que RCN desaparezca? Y aunque no soy experta en el asunto ni mucho menos, no se necesitan más de dos dedos de frente para saber la respuesta: a nadie. Ni siquiera a su competencia directa Caracol televisión, que es el rey del rating en Colombia ya hace algunos años.

Si hacemos el ejercicio de revisar la manera como otras industrias relacionadas con productos como los financieros, alimenticios, tecnológicos y demás, ejercen el sentido de gremio, encontraremos que quienes hacen parte de ellas obviamente compiten pero también se protegen, porque para que una industria crezca, se necesita que todos los que la componen progresen, se extiendan y en la medida de lo posible, tengan éxito, Pero esto no parece entenderlo el consabido periodista, que quién creyera, también hace parte de la industria pues su padre así como el mío, fueron los pioneros de la televisión en Colombia. Y yo sin entender todavía cuáles son las razones que lo llevan a esa cizaña incisiva que diariamente exhibe, me pregunto, ¿qué podemos hacer? No es porque sea RCN. Si el asunto le estuviera ocurriendo a Caracol sería igual, o a Teleset, o a FoxTelecolombia o a CMO Televisión o a cualquiera de quienes le hemos apostado a ser parte de la industria del entretenimiento en este país.

Y por supuesto que RCN se ha equivocado, y mucho, pero no creo que merezca estar pasando por estas y mucho menos que un periodista de la importancia de Don Julio Sánchez Cristo se dedique diariamente durante su exitoso programa radial, a seguir arañando la herida. Todo el mundo en el medio se pregunta la razón, ¿por qué la gente dejó de querer a RCN?, ¿por qué nadie quiere ver sus producciones? Lo de Garzón parece que fue la gota que derramó la copa, pero yo me niego a creer que esos sean argumentos suficientes para ponerle la lápida.

El canal RCN merece recuperarse, y los que hacemos parte de esta industria, en vez de estar justificando su desprestigio, deberíamos estar preocupados por su declive. Porque el caída de un canal como RCN Televisión nos afecta a todos.

Como siempre me ocurre cuando tengo que enfrentarme con situaciones como esta, sea en lo personal o en lo colectivo como parte de un gremio tan difícil, me pregunto qué hubiera hecho mi padre. Y la respuesta se da por sí misma. No es necesario sino hacer un poco de historia. Bernardo Romero Pereiro trabajó para todas las productoras y tuvo la suya propia. Ayudó a que las series y novelas colombianas fueran transmitidas internacionalmente y le dio la mano a decenas de libretistas, para que salieran y tuvieran éxitos incluso mayores que los suyos sin importar a qué productora o canal estaban representando. Lo recuerdo aconsejando a Gabriel Reyes, Dago García, Samuel Duque, Pablo Laserna, Fernando Gaitán, Amparo Gutiérrez, Mónica Agudelo, Mauricio Navas, Héctor Forero, Magdalena La Rotta, y otros varios directivos, productores, escritores e incluso actores que pedían su consejo o su ayuda. Porque él sabía que lo que nos convenía a todos era que la industria audiovisual en Colombia creciera y trascendiera las fronteras, no solo unos pocos. Porque era conciente de que si un colombiano triunfaba, eso abría las puertas para muchos más. Porque era evidente para él, como no parece serlo para muchos en el medio, que si nacían dos canales privados, había que seguir trabajando para que nacieran muchos más y por ende, la producción crecería y todos ganaríamos, más que nada el público.

Por eso no le conviene a nadie lo que está pasando con RCN. Ojalá muy pronto logren salir del mal momento en que se encuentran. Ojala se reunieran representantes de toda la industria, como lo hacen en otra industrias serias y pujantes, para hacer un ejercicio colectivo sobre la calidad de los contenidos y como salir de este hoyo en el que no solo está RCN en términos de rating, sino toda la industria en términos de creatividad.

En otro momento de mi vida, cuando tuve que convocar el espíritu de mi padre para tomar la decisión de si hacer o no parte de la junta directiva de la Asociación colombiana de actores, la única respuesta que obtuve y que siempre regresa es la misma: solo unidos podremos hacer un verdadero cambio en las condiciones y podremos crear una industria robusta y competitiva. Y aquí estoy y pese a un sinfín de dificultades, aquí sigo. Representado a un gremio, en este caso el de los actores, que al igual que con RCN, parece que su único objetivo es destruir y desprestigiar.

Desde el Sindicato de actores, y reconociendo la gravedad de la situación del Canal RCN, le enviamos a sus directivas nuestros mejores deseos para que  logren encontrar una luz no tan al final del túnel.  Cuentan con nuestro respaldo y apoyo, y estamos seguros de que una productora y un canal que le ha dado tantas alegrías a este país, va a salir adelante de la mano de sus escritores, productores, equipo técnico, personal administrativo y de nosotros los actores, y también de un público que el canal RCN debe hacer sus mejores esfuerzos para volver a ganarse recordando las producciones que los hicieron grandes y uno de los más importantes referentes en América Latina.

 

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