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Napoleón Bonaparte, extracto de carta para Josefina

Enrique Aparicio
03 de mayo de 2015 - 02:00 a. m.

En la máscara mortuoria que le hicieron minutos después de su muerte (ver YouTube) se ven rasgos pronunciados de un hombre cuya ambición y ego no cupieron en su cuerpo.

Bonaparte murió en Santa Elena el 5 de mayo de 1821. Las diferencias que tuvo con el zar Alejandro I de Rusia se zanjaron echándose, entre los dos, un millón de seres humanos en poco tiempo. Es decir, estamos hablando en serio.

Pero antes del zancadillazo histórico, la aventura del Emperador Francés en Rusia, vayamos un poco más atrás. El general se convirtió en su momento en la luz de los franceses, ganando batallas y anexando territorios para dar y convidar, no sin haber recibido derrotas que nunca frustraron sus ambiciones hasta la llegada del año 1812.

El museo del Hermitage en San Petersburgo, Rusia, es un emporio del arte que con una audacia espectacular está creando “sucursales” en ciertas partes del mundo, donde exhibe en forma temporal piezas de incalculable valor. Una de esas sucursales es una edificación muy bella en Ámsterdam, el Hermitage de Ámsterdam. La organización, la clase, el buen gusto y sobre todo el contenido artístico e histórico hacen de este un lugar único, que da la oportunidad a miles de ciudadanos a tener acceso a estas porciones del tiempo que cambiaron la historia de Europa y el mundo. Asistí como parte de la prensa, lo que me dio el privilegio de tomar fotos y videos que normalmente están prohibidos para el público y así armé el YouTube explicativo.

Sigamos. El “general de poca estatura” creó con su gran amor, Josefina, lo que sería un sancocho emocional, donde los votos de fidelidad eran virtuales, o sea que no existían. Para añadirle un tono más apropiado, en todas las lecturas sobre Josefina se habla de una mujer refinada, de muy buena cultura y maneras, elegante, quien marcaba el paso en la moda y también todo lo que tuviera uniforme le atraía enormemente. Obvio, mi emperador no era ningún santo varón; además, se la pasaba echándose bala con el resto de Europa lo que le restaba cercanía conyugal. En una de sus cartas escribía: “Mientras yo gano batallas, Josefina gana corazones”. La coronó emperatriz pero con la mala noticia de que no le podía dar el heredero que tanto esperaba, tuvo que hacer el recambio por la austriaca María Luisa de Habsburgo, emparentada con toda la nobleza europea. ¿Cómo se divorció de Josefina? Sólo la Santa Madre Iglesia, el poder y mi general saben cómo se las arreglaron para sacar el tema adelante.

Napoleón tuvo algunos rifirrafes con Rusia, con Alejandro I, pero haciendo un papelón, ambos se sentaron en 1807 en la ciudad de Tilsit para dizque hacer la paz, con acuerdos muy difíciles de cumplir. La prueba es que en 1812 las Águilas Napoleónicas iniciaron la compaña contra la Rusia zarista. Para ello ensambló al ejército más grande conocido hasta ese momento, con 600 mil hombres, que comprendían soldados de varios de los territorios conquistados. Los holandeses eran los ingenieros encargados de construir los puentes. La invasión comenzó en forma rápida, con las batallas de Polotsk, Vitebsk, Smolensk, Borodino y Moscú. En cada batalla perdió soldados en masa. Llegó a Moscú en septiembre de 1812, ni ratas para comer. Los rusos habían abandonado la capital llevándose todo inclusive cualquier migaja de pan que sirviera para alimentar a las huestes emperadoras. Además el mariscal de campo, príncipe Michael Kutuzov, había jugado la carta que quería: “invitar” al ejército a que se adentrara en el territorio ruso para así poder pelear en su propio terreno. La retirada del gran ejército fue el final. Dicen que de los 600 mil hombres llegaron a salvarse menos de 100 mil. El invierno y el ejército local masacraron el orgullo francés. No tuvieron compasión con los invasores. Eso no quiere decir que la madre Rusia hubiera salido indemne: otros 500 mil soldados fueron el costo de la defensa de su territorio. La batalla terminó el 14 de diciembre de 1812.

A pesar de las idas y venidas en la vida de Josefina, incluyendo su divorcio, ella pudo mantener grandes obras de arte y castillos. Su preferido fue la Malmaison, custodio de la colección de la ex emperatriz, entre ellas una pieza de un valor sin límite: el Camafeo Gonzaga, del siglo tercero antes de Cristo. Napoleón se lo echó al bolsillo en la campaña de Italia y se lo regaló a Josefina. La historia cuenta que los rusos, después de la derrota de Napoleón llegaron a París. El Zar, hombre de modales finos y magnánimo en la victoria, fue a visitar a Josefina en el palacio de la Malmaison. Intuitiva y sagaz, en ese encuentro se jugó una carta importante pensando que como consecuencia de la victoria rusa, sus propiedades y obras de arte podían peligrar.

En forma muy delicada, y mientras paseaban por los jardines de la Malmaison, le entregó a Alejandro I el camafeo Gonzaga. Algo así como: “te ofrezco lo más preciado que tengo, déjame el resto de mis pertenencias”. La reacción del ruso fue de un agradecimiento inmediato que le permitió conservar sus posesiones. La ex emperatriz murió cuatro días después de este encuentro, el 29 de mayo de 1814, pero sus hijos mantuvieron títulos y su herencia.

Mientras tanto Napoleón organizó lo que sería el final de su carrera y vida como regidor de una gran parte de Europa. Seis meses después de la derrota en Rusia tuvo lugar la batalla de Waterloo y su posterior encarcelamiento en la isla de Santa Elena, donde murió el 5 de mayo de 1821.

Esta historia es la que cuenta la exhibición “Alejandro, Napoleón y Josefina” que se puede ver hasta el 8 de noviembre en el Hermitage Ámsterdam

(www.hermitage.nl)

Mi YouTube https://youtu.be/st3mgUd0Y7g

Que tenga un domingo amable.
Enrique Aparicio – mayo 2015
 

 

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