La psiquiatría ha identificado un padecimiento llamado narcisismo por carencia, el cual demarca la tendencia de la persona a hacerse con una imagen que a toda costa mitigue el sentimiento de insuficiencia y fragilidad. El fiscal general de la Nación —como él prefiere referirse a sí mismo— es un buen ejemplo, a juzgar por el trino difundido en la cuenta de Twitter @FiscaliaCol en el que, bajo el artificioso slogan “Barbosa, un fiscal con sello propio”, informa: “#Hablamos con resultados. Francisco Barbosa dirige la Fiscalía con marcadas diferencias frente a sus antecesores, la más determinante es que (sic) descentralizó su trabajo, y a pesar de la pandemia, dirigió investigaciones desde distintas regiones del país”.
El laudatorio mensaje, acompañado de una fotografía de talante caudillista de Barbosa, es mentiroso y viola el inciso 3 del artículo 10 de la Ley 1474 de 2011, el cual prohíbe la publicidad oficial para promover servidores públicos. Su Fiscalía no tiene nada que mostrar en lo referente a resultados contra la delincuencia y la corrupción mejores que los obtenidos por quienes lo precedieron, ni la ha descentralizado ni ha dirigido investigaciones trascendentes desde las regiones.
En esta vertiente del narcisismo, la imagen propia ante sí mismo está en constante peligro de resquebrajarse y se lucha por salvarla, inflando méritos y buscando en los demás el tributo. Eso explica por qué el fiscal ha ejercido el poder extorsionando con una que otra investigación o a través del inmenso botín burocrático que controla. Para ello ha contado con el auxilio de algunos portales y medios uribistas, verdaderas cloacas desde donde lo aplauden o subliminalmente amenazan a críticos suyos —estrategia acuñada en favor de Carlos Holmes Trujillo— y del Gobierno ante el que Barbosa se ha rendido.
El atropello mayor de Barbosa ha consistido en que la Dirección Ejecutiva traslade funcionarios a diferentes ciudades a la manera de enroques, generando caos porque esas medidas injustificadas golpean a los trasladados y sus familias. Recientemente, en pleno 16 de diciembre se expidieron las resoluciones 0002822 / 3, disponiendo traslados dizque por falsas necesidades del servicio. Hoy la Fiscalía mueve como costales a funcionarios que llevan años desempeñándose bien, porque detrás hay claros intereses politiqueros.
Sin olvidar su desafortunada asesoría al subpresidente Duque cuando lo puso a decir la idiotez de que los “padres fundadores” de los Estados Unidos influyeron en nuestra independencia. El narcisismo de Barbosa no es nuevo pues al posesionarse sostuvo: “Asumo el cargo de fiscal general de la Nación como un desafío no solo por ser el fiscal general más joven de la historia del país, sino por haber sido elegido por unanimidad por la Corte Suprema de Justicia y ser el único fiscal general de la Nación que antes de ocupar esta honrosa dignidad ya había ejercido como fiscal especializado”.
Cualquiera creería que Barbosa saltó de la cuna a la Fiscalía, cuando ello no es cierto, pues casi todos los fiscales llegaron cuarentones como él. Su paso como fiscal especializado fue efímero y anodino. Y la unanimidad con la que lo eligió la Corte, que según él “demuestra que se pueden lograr consensos en torno a la política criminal”, se disolvió al día siguiente de su elección, dejando un mal sabor.
Su arrogancia lo ha hecho decir estupideces sin sonrojarse, como la de que es el colombiano más preparado de su generación, además a ufanarse de ser “el segundo funcionario de la nación”, que es lo que ha dejado su descentralización de la Fiscalía, pues este ridículo anuncio lo hizo desde San Andrés cuando incurrió en el abuso de viajar en plena pandemia en un avión de la Policía con su familia y su consueta, el contralor Carlos Felipe Córdoba.
Dice la psiquiatría que el narciso necesita con urgencia la gratificación y el aplauso, dramatiza y reverbera en un espectro reducido de emociones, y reacciona con braveza a la frustración y a la crítica inclusive leve. Se trata de un trastorno mental que torna a quien lo sufre en conflictivo, agresivo, impulsivo, arbitrario, rencoroso, vengativo y déspota. En el caso de Barbosa, así lo confirman funcionarios en todos los niveles de la Fiscalía. Alguien con estos padecimientos no le conviene a la justicia ni a la democracia.
Adenda. El defensor del Pueblo, Carlos Camargo, está ejecutando la más gigantesca operación burocrática, creando delegadas inútiles e ilegales para cumplirle a la clientela política.