Necesitamos a Duque

Hernando Gómez Buendía
15 de marzo de 2020 - 05:00 a. m.

La pandemia tenía que llegar, y la única pregunta relevante era y sigue siendo la magnitud del daño que va a hacernos.

Desde un principio supimos las tres cosas que había que saber: que el virus puede ser mortal, que no existe la vacuna y que tiende a propagarse en progresión geométrica (cada contaminado contamina a varios más).

De esos tres hechos se sigue que la magnitud del daño depende exclusivamente de la velocidad o la tardanza en adoptar las medidas adecuadas para frenar el ritmo de la contaminación.

Por eso el principal y casi el único recurso que Colombia tiene o que tenía es el uso del tiempo. El tiempo, en primer lugar, del presidente de la República, porque sin duda es la persona que más puede influir sobre el curso de los acontecimientos. Por eso necesitamos a Iván Duque.

Y lo necesitamos con urgencia, porque este virus en particular está causando desastres en el mundo. Esto no lo sabía Duque, ni lo sabía nadie, porque otros virus son curables, o se propagan menos rápido, o son menos letales, o causan menos pánico.

No se trata, por tanto, de criticar al presidente en el momento que más exige nuestro apoyo. Se trata de otras dos cosas: que además de jefe de Estado, hoy tiene que ser el jefe de la nación, y que en lugar de ir un paso atrás, él tiene que caminar varios pasos adelante.

Esto es así porque Colombia es sumamente vulnerable y porque la única tarea que debe ahora cumplir el presidente es reducir los daños del coronavirus. Estamos ante un incendio, y el jefe de los bomberos tiene que dedicarse a pensar cada paso de su gente y a movilizar un máximo de recursos.

Colombia es muy vulnerable. No hay exámenes de laboratorio disponibles para la inmensa mayoría de la gente (que son la clave de la prevención), tenemos 1,7 camas hospitalarias por cada 1.000 habitantes y el sistema de salud vive al borde de la quiebra. No tenemos la dictadura de China, la disciplina de Corea del Sur, ni siquiera la riqueza de Italia, la infraestructura de Europa o los científicos de Estados Unidos.

Cada paso es delicado. No es tan simple como seguir las instrucciones de la OMS o mantener un “puesto de comando” en compañía del ministro de Salud. Primero, porque esa burocracia se verá desbordada en cuanto a la salud. Segundo, porque la pandemia va mucho más allá de la salud: es una crisis económica compleja y va camino de una crisis social (desempleo, desabastecimiento, controles policiales…). Tercero, porque cada paso tiene efectos y costos que necesitan valorarse con cuidado. Y cuarto, porque los errores salen caros (el error, por ejemplo, de Trump al prohibir los vuelos que ocasionó la peor caída de la bolsa en 40 años).

El jefe de Estado debe declarar la emergencia económica y no apenas la emergencia sanitaria. El jefe de la nación debe estar conversando calladamente con los gremios, las iglesias, los partidos, los alcaldes… para ver cómo compraremos los medicamentos, qué medidas sociales son posibles o cómo proteger a los más débiles.

Y, al mismo tiempo, el presidente no debe causar pánico: por esta vez es urgente que procedamos y nos traten como adultos.

O sea que esta vez necesitamos que Iván Duque sea más que Iván Duque.

* Director de la revista digital “Razón Pública”.

 

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