A mano alzada

Neoliberalismo: dieta desintoxicante

Fernando Barbosa
24 de octubre de 2017 - 03:30 a. m.

El neoliberalismo, el modelo económico que se ha impuesto y que nos tiene en jaque, se ha liberado de las ataduras que demandan la aceptación de las pérdidas cuando por ética y justicia social se deben sacrificar las ganancias. Igual que las dietas desintoxicantes después de unas prolongadas y relajadas vacaciones, la economía mundial parece estar requiriendo un tratamiento acucioso que evite un aterrizaje estruendoso.

Llevamos varias décadas en las que hemos presenciado el rompimiento de muchas barreras que mantenían la economía dentro de ciertos límites éticos. Pero el nuevo modelo, tan exitoso en manos del triángulo de hierro Reagan-Thatcher-Nakasone, soltó las amarras a los privilegios del capital. Para el sistema, los precios no tienen límite, salvo los topes que fije el mercado. Tampoco lo tienen las ganancias que siempre deberán maximizarse. Y ese entramado requirió debilitar por lo menos dos ejes de control: primero, el Estado, y segundo, los sindicatos.

En Japón, los primeros signos visibles del cambio provinieron de los salarios de los altos ejecutivos. Hasta la década de los 80, la relación entre los salarios de estos y los de los nuevos profesionales que entraban a las firmas era de 1 a 10. Bajo el nuevo esquema, comenzaron a aparecer sumas exorbitantes y muy similares a las que se pagan en Occidente. Por supuesto, tal situación, que demandaba resultados, dio paso a maniobras contables para disfrazar el P&G. Se recuerdan todavía los casos de Matsushita Electric y de Toshiba.

Pero hubo más maquinaciones cuyos efectos apenas comienzan a salir a flote. Por ejemplo, el caso de Volkswagen y el fraude en los registros de la emisión de gases que luego se extendió a otros fabricantes europeos y que fue apenas la punta del iceberg. El pasado 2 de octubre Nissan llamó a revisión 1,2 millones de vehículos de uso local fabricados entre 2014 y 2017 por no haber sido inspeccionados debidamente. Pero faltaba el mayor de los escándalos: el 7 de octubre, se destapó el entramado de falsificaciones de certificados de calidad por parte de Kobe Steel, el tercer fabricante de acero y metales de Japón.

La profundidad del asunto se hace clara cuando se empiezan a conocer los nombres de algunos de los 500 clientes que utilizan sus productos para fabricar autos, trenes (incluido el Shinkansen), aviones, cohetes y armas. En la lista sobresalen: Boeing, Toyota, Nissan, Mazda, Honda, Subaru, General Motors, Mitsubishi y Kawasaki.

El pecado no es la falta de control de calidad. Es el excesivo apetito por las ganancias a cualquier precio y aun a costa de vidas humanas. Nada distinto al Infierno de Dante. Ojalá tengamos tiempo para desintoxicarnos.

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