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Ni madrugar los niños, ni tareas escolares para mamá y papá

Daniel Mera Villamizar
15 de junio de 2020 - 05:00 a. m.

Durante el confinamiento hemos visto el beneficio de más horas de sueño de los niños y acentuarse la carga escolar.

Empieza a parecer un sainete poco jocoso la conversación sobre el regreso a clases presenciales: de un lado, el Ministerio de Educación, afanado; del otro, padres de familia y docentes, preocupados. No está siendo una conversación productiva porque desafía lo evidente: si no fuimos capaces de adecuar el sistema de salud para atender la pandemia, menos se logrará de aquí a agosto con el sistema educativo para cumplir los protocolos de bioseguridad que eviten brotes de contagio.

En vez de estresar a los hogares con la tentativa de un regreso apresurado a la presencialidad escolar (y poner a muchos a pensar en demandas al Estado), deberíamos estar hablando de la educación misma, de lo que el COVID-19 nos ha mostrado crudamente de esta. Es claro que este año no habrá normalidad escolar, aun con alternancia. Una pregunta de fondo es qué hacer con este año escolar. Otra, ¿volveremos, a mediano y a largo plazo, a la educación de antes del virus?

Se está haciendo tarde, repito, para declarar el año escolar de 2020 como de transición (hacia una nueva normalidad educativa concienzudamente construida), sin aprobado general, con propósitos de 1) evaluación (del daño causado por la crisis, de las condiciones del sector y del aprendizaje de los estudiantes); 2) nivelación (académica de los estudiantes, tecnológica de las instituciones y de reentrenamiento de los docentes), y 3) experimentación (de modelos de aprendizaje y de innovaciones de política educativa).

Al ministerio habría que decirle: bueno, alternancia en agosto, confiados en Dios, ¿y qué? La educación no se trata de tener a los alumnos en las aulas; es una cosa más compleja. Si no sacamos lecciones o evidencias de la pandemia y no repensamos la educación sería el colmo. ¿Acaso no notamos que es mejor que los niños no tengan que madrugar salvajemente y comiencen las clases a las ocho de la mañana? Ya lo sabíamos, pero no lo habíamos vivido.

En el sector oficial el primer problema para comenzar la jornada escolar a las 8:20 de la mañana es la doble jornada, pero en las instituciones educativas que ya tienen jornada única se puede dar el cambio y en los colegios privados.

El ideal práctico sería una jornada escolar de 8:20 de la mañana hasta las cinco de la tarde, con un currículo sin diferenciación socioeconómica, es decir, que a los estudiantes de clases populares también les promovamos un desarrollo integral, del intelecto, la imaginación, la creatividad, la expresividad, el carácter, emocional, físico, lúdico, lo que no se logra con clases monótonas y repetitivas en las instituciones educativas. La jornada escolar larga exige reinventar la enseñanza.

Otra experiencia de este confinamiento es estar en casa obligados a hacer el cúmulo de tareas escolares de los hijos. Circula entre docentes un audio conmovedor de una madre de familia que le dice a una profesora: “No tengo para la recarga de datos. Ya me cansé de hacer tareas y como yo no tengo la capacidad suya, le pego a mi hija para que haga las tareas. Le doy duro de la rabia y le rompí la pierna”. Afecta a distintos estratos socioeconómicos y hay que acabar esa práctica por la cual los docentes saben que les están poniendo tareas a los padres de familia, no a los alumnos.

Jornada escolar hasta las cinco de la tarde, sin tareas obligatorias para la casa. En cambio, guías o “escuelas” para que los padres de familia sepan completar la educación de sus hijos y no abandonarlos a la televisión y las redes sociales. Los alumnos con rezagos primero toman refuerzo en las tardes en el colegio, en lugar de alguna clase lúdica, para motivarlos a superarse, y como medida complementaria, tareas específicas moderadas para la casa, con el compromiso ético de no ser realizadas por los papás.

La cuarentena llevó al límite el involucramiento de los padres de familia en las tareas escolares, lo que debería servir para notar lo absurdo de lo que venía pasando. Aunque bastaba mirar la experiencia de países más educados.

@DanielMeraV

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