Publicidad

No basta con firmar los acuerdos de paz

Saúl Franco
09 de septiembre de 2015 - 04:08 a. m.

En El Salvador se firmaron acuerdos de paz hace 23 años.

Hoy todavía no logran vivir en paz y se cometen muchos más homicidios que cuando estaban en guerra. El fin de la guerra no es necesariamente el fin de la violencia. Y la firma de unos acuerdos de paz no garantiza la construcción de una sociedad en paz. Las dos lecciones son claras y, si no las aprendemos, estaremos condenados a repetir, a la colombiana, las mismas tragedias.

La Cátedra por la paz, una excelente iniciativa que viene realizando los sábados la Universidad Nacional, fue el escenario para que, entre otros, el viceministro de salud de ese país y exintegrante del FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional), expusiera las dificultades y logros obtenidos en el zigzagueante camino para frenar una guerra y tratar de construir un país en paz. Su presentación y la oportunidad que tuve hace cinco años de asesorar a su Gobierno en la formulación de algunas propuestas frente a las violencias, me produjeron tres reflexiones que considero conveniente compartir.

La primera. Cuando una guerra no termina con el triunfo militar de una de las partes sino con un acuerdo político, como en El Salvador, si los acuerdos no contemplan la necesidad y el compromiso de ambas partes de tratar de construir en conjunto una nueva sociedad, pueden llevar a una especie de equilibrio estático. Creo que es, en parte, lo que ha pasado allá. Los sectores de la derecha intentaron, sin lograrlo, radicalizar su proyecto mientras presidieron el Gobierno. Igual ha hecho el FMLN en los dos últimos períodos presidenciales en los que ha ganado electoralmente, pero los logros han sido relativamente pocos y muy costosos.

Asimilando la lección, en el caso colombiano podría anticiparse que si los acuerdos no son claros o no hay suficiente decisión política por parte del Estado, la guerrilla y la sociedad, en cuanto a la necesidad de construir un nuevo proyecto común, podrían llevar a una especie de lo que aquí conocimos como “patria boba” en la primera década de nuestra independencia.

Segunda reflexión. Si bien la guerra es la violencia plena, hay muchas violencias que, sin tener las características de la guerra, persisten sin ella y pueden hacer la vida tan desgraciada como en la guerra y las muertes tan o más frecuentes que en la guerra. Si los homicidios continúan en El Salvador al ritmo que van, llegarían al final de este año a una tasa de 99 por cien mil habitantes, muy superior a la de su guerra. Conclusión para nosotros: hay que mirar las distintas violencias que vive el país y anticiparse a su comprensión y superación. Sólo así se lograría que el fin de la guerra contribuya al fin o reducción de otras formas de violencia.

Y tercera. La salud y el bienvivir de la gente son gravemente deteriorados por las guerras. Además: la salud es también un campo de enfrentamiento de múltiples intereses. En El Salvador, por ejemplo, algunos de los expresidentes controlaban la importación y distribución de medicamentos. En parte por eso, sólo en marzo de 2012 se logró la aprobación de la llamada Ley de Medicamentos, que trata de lograr el acceso, la disponibilidad y la reducción de sus precios. Según el viceministro salvadoreño ya se ha logrado tal reducción hasta en un 60 %. En Colombia, gracias a la reciente Ley Estatutaria en Salud, se han empezado a dar algunos pasos en esa dirección. Pero los cambios requeridos en la concepción de la salud y en el respectivo sistema son más de fondo y de conjunto. Ojalá tengamos la fuerza y la visión necesarias para incluir el tema en los acuerdos y poder implementarlos en el proceso posterior de construcción de paz.

El autor es médico social.

 

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar