A no dejarse quitar el sentido común: juguemos

Felipe Jánica
05 de marzo de 2018 - 02:00 a. m.

¿Cómo se puede explicar que ciudadanos estructurados cambien de pensamiento de manera radical? Quizá la pregunta suene controversial y poco creíble. No obstante, ocurre y sobre todo por esta época en la que se avecina la contienda electoral. Hablar de política no es mi fuerte, pero sí el de tener sentido común para opinar por lo que puede afectarnos de manera colectiva… en lo económico y sus sostenibilidad. Es por eso que me llama la atención cómo algunos ciudadanos siguen creyendo en quimeras. Pareciera que estuvieran jugando no con candela, sino con su sentido común.

El país del Sagrado Corazón se ha batido entre las verdes y las maduras. Nuestra historia parece sacada de una telenovela amarillista en donde sus principales actores somos los ciudadanos. Por más de cincuenta años vivimos atrapado en un conflicto armado evolutivo. Las primeras fuerzas incomprendidas – aún lo son desde mi punto de vista –  reclamaban igualdad y se basaban en un modelo socialista, entendido éste como la génesis de un modelo comunista. Mientras esto sucedía, yo crecía y empezaba a entender los fundamentos de esos argumentos alimentados por profesores de historia y economía, de los que nunca les creí hasta formarme mi propia opinión. Así fue que a temprana edad entendía que ese modelo socialista tenía argumentos poco creíbles, pues la evidencia contraria demostraba resultados espantosos.

Sigo convencido que cuanto más se trabaja y se trabaja con responsabilidad más y mejores éxitos se cosechan. Y si esto es así habría entonces que entender el porqué de tanta desigualdad. Pero antes de ello es necesario entender de qué desigualdad hablamos. Entender la desigualdad con sentimientos de rechazo a los más favorecidos es entenderla de manera sesgada. Ahora bien si la entendemos en la que todos tengamos las mismas competencias y herramientas para enfrentarnos al mundo real, quizá todos estaríamos del mismo lado. Cuando Marshall se dio cuenta, con trabajo de campo, que Marx estaba equivocado, logré comprender del porqué de la desigualdad. Su génesis era precisamente que existía diferencia de competencia y de preparación en la fuerza laboral. Es por eso que no se puede generalizar en la afirmación del cierre de brecha de la desigualdad si los menos favorecidos no se les da herramientas para tener más y mejores competencias.

Así las cosas, el sentido común me dice que cuanto más me preparo más y mejores posibilidades tendré no sólo para enfrentarme al mercado laboral sino para pensar en ser empleador y no empleado, por ejemplo. Comprender esta sutil diferencia es la que quizá se está entendiendo de manera errónea por parte de los neófitos, esos que se están adoctrinando ligeramente como consecuencia de discursos populistas. Me queda claro que cualquier mensaje de extrema derecha o izquierda es el combustible para seguir en la senda del adoctrinamiento. Es por eso que me convenzo que ambos extremos finalmente están del mismo lado, pues su fundamento reposa sobre pensamientos extremos, esos que le tienen miedo a la evidencia contraria.

Acá el asunto de fondo es cómo un país tan rico como Colombia retoma el camino del crecimiento económico y sostenible. El sentido común me dice que si se refuerza el aparato productivo, incentivamos la inversión local y extranjera en industrias emergentes, tecnificamos el agro y los volvemos de escala mundial, podremos equilibrar nuestra fuente de riqueza y por fin hacerla sostenible. La dependencia manifiesta de bienes primarios debe pasar al siguiente nivel y es uno en el que se industrialice. Para ello el país se debe embarcar en una reforma estructural y no una que sea pensada monolíticamente en el argumento del recaudo tributario. Esta reforma debe tener como pilar fundamental una transformación en la educación de los ciudadanos, pues si se quiere en verdad cerrar la brecha de la desigualdad, lo que hay que hacer es darle herramientas al pueblo para que sea productivo. En palabras sencillas para enseñarle a pescar y no para darle el pescado. Creo que todos estamos de acuerdo con eso, los únicos que no son porque les han robado su sentido común o porque siguen creyendo que los pensamientos extremos son los prevalecen. Busquemos esas propuestas y no la afinidad con un candidato por favor.

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