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No es la deserción, es la exclusión

Antieditorial y Alonso Ramírez Campo*
17 de agosto de 2020 - 05:01 a. m.

En respuesta al editorial del 12 de agosto de 2020, titulado “La deserción educativa se paga cara”.

Hace más de dos décadas la Secretaría de Educación de Bogotá hizo una investigación llamada “Atlántida” con estudiantes desescolarizados de colegios del distrito y entre muchos testimonios de los muchachos hubo uno que me llamó la atención, pues dijo: “La escuela es como un cheque posfechado que al cambiarse sale chimbo”.

Esta afirmación me llevó a una reflexión profunda acerca de la educación. Si en tiempos de escolaridad normal podíamos dudar de los datos que mostraban que no es el estudiante el que deserta sino la escuela la que excluye, hoy el aislamiento muestra que es el sistema educativo el que abandona a los chicos cuyo único mérito es haber nacido en las peores condiciones sociales. La vuelta a la escuela requerirá un enorme esfuerzo de redistribución de recursos hacia estos estudiantes y una gran inteligencia para incluirlos. Bien decía Tonucci que la actual escuela de los derechos democráticos sigue siendo elitista, porque aunque entran muchos, salen pocos y esos pocos que salen graduados de la secundaria tienen muchos problemas para acceder a la universidad.

Si bien es cierto que la desfinanciación de la educación pública es evidente, no menos cierto es que la desactualización del sistema escolar es visible y atraviesa todos los niveles en cuanto a su sentido y pertinencia. Esta desorientada educación se equivoca, por ejemplo, al creer que a los niños y adolescentes hay que prepararlos para el mañana, tomándolos como capital laboral desde el preescolar, haciendo madrugar a los pequeños desde las cinco de la mañana o metiendo a los instructores del SENA en los colegios para impartir normas laborales, en algunos casos, desde sexto grado. Se debe volver a una idea sencilla pero luminosa: la escuela es un proceso de la vida, no una preparación para la vida. Así como nuestra juventud no es preparación para la vida madura, es simplemente vida, así como la otra será vida en adultez. En otras palabras, debe volverse a la validez de la educación en sí, vivida en presente, “no para ser alguien en la vida” solamente. Ese chico que dijo que la escuela “es un cheque chimbo” tenía razón, si lo vemos desde la óptica de la vida. Sencillamente prefirió la calle al constatar que la escuela lo asfixiaba en su lógica excluyente, en sus rituales de asignaturas que no le aportan nada como adolescente, que lo excluyen en su dimensión subjetiva como persona.

Por eso, la escuela debe trascender lo material y habitar en el encuentro, en el ser con el otro. Si la escuela abraza y vuelve a generar el vínculo creador de la identidad individual y colectiva necesaria para la construcción de un relato en torno al orden de lo común, entonces, al regreso, las lógicas de la inclusión prevalecerán sobre las lógicas actuales de lo excluyente. En su preocupación por la pérdida de una generación por causa de la pandemia, ustedes olvidan que llevamos otras tantas perdidas antes de la pandemia.

* Licenciado en Ciencias Sociales y especialista en Pedagogía para el Aprendizaje Autónomo.

Por Alonso Ramírez Campo*

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